
CIENCIA CELESTE PERÚ

El hermano Enrique Javier del Pino León, quien conoció al divino Maestro en Lince, Lima, Perú (Captura de pantalla de video de YouTube – 2019)
Charla del hermano Enrique Javier del Pino León
Huacho, 2019
[Charla de video entre los hermanos Javier Enrique del Pino León y Esther Tasso Clímaco. En negrita las palabras de Carmen Tasso]
—Carmen Tasso Clímaco: Buenas noches hermanos. Hoy día también vamos a continuar con las explicaciones referente a cómo conocimos al divino Enviado y los acontecimientos, como se desenvolvieron también. Ahora le toca al hermano Enrique Javier del Pino León, y él les va a dar una referencia de como conoció al hermanito.
Enrique Javier del Pino León: Hola hermanos, muy buenas noches, un saludo cordial para todos ustedes. Y bueno, dada la insistencia de muchos hermanos que quieren que les relate algunas anécdotas que viví yo con el Enviado de Dios en la década de los años 76 más o menos. Así es que voy a profundizar un poco para que ustedes hagan un análisis de cómo conocí al enviado de Dios. Les contaré.
Yo soy del norte de acá de Perú, de Trujillo. Entonces, en ese tiempo vine acá a Lima a estudiar y estaba viviendo en Lince, en la casa de una tía. Estaba trabajando en ese entonces en una relojería y, bajando del obnibus me encuentro con la sorpresa en el puesto de periódicos que decía: Vidente chileno afirma que platillos voladores existen. Así es que yo en ese entonces ya vivía con el hermano Ernesto Facho Castro, es una amistad muy allegada a mí, él es de Chiclayo. Entonces le digo: Facho, mira, acá he encontrado en el periódico que hay una persona que habla con Dios, dice que los platillos voladores existen y un montón de cosas, sería bueno ir a ver. Y Facho me dice: ¡A ver, a ver! ¡Pásame el periódico! Entonces le paso el periódico a Facho y Facho lo comienza a leer y también se intriga, y me dice: ¡Oye!, sería bueno ir. Entonces, como fue un día de semana él me dijo vamos el sábado. En ese entonces yo también descansaba el sábado y él también, así que fuimos ese día sábado. Habremos ido como a las 3:00 de la tarde, tocamos la puerta y justo era la casa de [Antonio] Córdova. Porque de donde vivíamos nosotros, para sorpresa de nosotros, al lugar de donde íbamos a ir estaba a una cuadra nada más. Así que fuimos, tocamos la puerta y nos abrió Córdova y yo le pregunto: ¿Acá hay un señor que habla con Dios, que dice que los platillos voladores existen, y que va a haber un Juicio Final? Yo le dije que el mundo se va acabar, le dije algo así porque yo, en mi ignorancia, no sabía todavía. Y me dice: ¡Sí! ¡Acá es! Pasen, pasen, tomen asiento. Así que nos sentamos y al poco rato lo veo bajar a Córdova con los rollos de la Ciencia Celeste en el hombro. Los cargaba y pusieron un tapete en el piso y ahí fueron colocando los rollos. Entonces, al poco ratito baja el Enviado de Dios y nos saluda: ¡Hola! —nos dice—, ¡qué tal!, ¡cómo están ustedes!, ¿cómo se han enterado? Y yo le digo: Mire señor —le decía—. No —me dijo—. Señor no: Hermano, porque en el Reino de los Cielos todos somos hermanos. ¡Ah!, disculpe —le digo—, hermano —le digo—. Mire hermano, yo me he enterado a través del diario —le digo—. ¡Ah!, ya, ya… —me dice—. Y quisiera que nos explicara de qué se trata. Facho también comenzó a hacer sus preguntas: Sí hermano, quisiéramos saber. Y abre los rollos en ese momento. Cuando lo vi pues, algo grandioso, algo maravilloso. Yo nunca en mi vida había visto esa escritura. ¡Porque era cantidad de rollos!, con dibujos del cosmos, de los platillos voladores… todas esas cosas. Entonces, dijo, el hermano Luis nos dijo: Esto está escrito en el Apocalipsis 5 como el Rollo y el Cordero. Y acá están los Rollos y el Cordero que el Padre envía para esta generación, es la tercera y última doctrina. Entonces, el ser humano está esperando juicio, pero antes del juicio el Padre Jehová avisa, y luego ya van a venir los acontecimientos —nos decía—. Entonces, comenzamos a pasar los rollos: ¡Uy!, ¡qué bonito los rollos!, todo, ¡qué interesante!… Y nos comenzó a hablar que el gran culpable de todo esto era el sistema de vida. El sistema de vida era lo que nos llevaba a juicio, porque el ser humano debió haber vivido en igualdad. Y nos empezó a hablar de acuerdo a las parábolas del Evangelio, nos dijo, por ejemplo: En Marcos, en el libro de Marcos, habla… La parábola del rico y el camello —me dice—, que está en los evangelios. ¡Ah, sí! —le digo— sí, sí, sí. Sí lo he leído —le digo— porque yo en un tiempo he sido evangelista —le digo—, por un corto tiempo, pero si sé. Ya —me dice—. Entonces, ahí había una advertencia de parte de la divinidad, de que, en este mundo, no es del agrado del Padre Jehová que existan los ricos, porque el rico trae pobreza, trae injusticia, explotación, guerras, muertes. Entonces, el rico ya está condenado porque cuando Cristo dijo: Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos ¿qué es lo que estaba enseñándonos Cristo? —nos dijo—. Nos estaba enseñando de que el rico está condenado. Entonces yo, como era mi primera vez no entendía: Pero… ¿cómo así hermano? Me dice: El Padre dice lo siguiente: Que los seres humanos tenían que haber estudiado el evangelio desde un comienzo y analizado, y haber sacado deducciones, y debió haber analizado esta parábola y analizado con el sistema de vida. ¿Cuál es el sistema de vida que produce ricos?, ¿no es acaso el capitalismo? ¡Ah sí! —le digo—, sí pues, el capitalismo, exactamente… El ser humano debió haber combatido eso, no debió haber permitido que haya riqueza en el mundo, pero ¿qué pasó?, que el ser humano se durmió pues. Escrito está —decía— en el evangelio: Todo espíritu duerme. (Ininteligible)… me quedaba pensando… Y comenzó pues a decirnos de que habían tres yugos en este sistema de vida que eran el capitalismo, las fuerzas armadas y las religiones, y que esos tres yugos eran los que tenían al planeta oprimido. Entonces, nosotros los seres humanos teníamos que haber analizado y estudiado el evangelio, pero el ser humano nunca se preocupó por Dios. Entonces, el Padre dice: Si ustedes no se preocuparon por Mí, menos me voy a preocupar de ustedes, porque el cambio tiene que salir de la criatura. Lo único que el Padre hace es dar el aviso. Sí pues, en realidad que me puse a analizar en ese momento y con Facho nos miramos y me dice: Tiene razón —me dice—. Sí, eso es —me dice—. Por eso el Padre dejó el evangelio, era como un aviso para que la criatura tomara conciencia y sacara conclusiones de que este sistema de vida no es del agrado de Dios. Y le digo: Y hermano ¿cuál es del agrado de Dios? ¡Pero hermano! —me dice— fácil de deducir, Cristo lo dijo: Todos son iguales en derechos delante de Dios. ¿Qué es lo que estaba diciendo? ¡De igualdad y de derecho pues hermano! Iguales: Igualdad. Derecho: Que nuestros derechos deben ser en igualdad. ¡Ah, sí pues! En verdad que me maravillé de la enseñanza que me dio en ese momento. Y bueno, en ese entonces nos comenzó a hablar de la carne, que la carne nos hacía daño, y que nosotros tenemos los dientes igual que otras criaturas… Que nosotros somos vegetarianos por naturaleza, sino, que el ser humano come carne, y la carne le hace daño, porque al comer la carne uno se come las pasiones del animalito. Que eso nos traía las enfermedades, todo tipo de enfermedades es por culpa de la carne, de la alimentación. Y ahí es donde dijo: A todos aquellos que comen carne, jugo de naranja en ayunas —nos decía—. Y bueno, nos hablaba pues de que los sexos se tienen que diferenciar. El que es hombre, es hombre, el que es mujer, mujer. El hombre usa pantalón, la mujer no tiene por qué usar pantalón, tiene que usar falda, de la rodilla para abajo.
—¡No! Debajo de la rodilla.
¡Claro, debajo de la rodilla. Y que el pintarse no era bueno, porque —en caso de la mujer— porque los poritos —nosotros tenemos poritos— y que esos poritos se quejan en el día del juicio —dice—, porque todo lo que tenemos en nuestro organismo, todo lo que conforma nuestro organismo es una alianza. Entonces, cuando uno va a rendir cuenta —nos comenzó a explicar— dice que allá, en el cielo, nos encontramos —dice—, en un lado está el espíritu y en el otro lado están todos tus poros, cabellos, pestañas, ojos, nariz… todo, todo. Todo tu organismo está a un costado, todos ellos, y ellos te acusan del daño que le hiciste. Y dice que basta que se queje una de esas criaturas, o un porito, y esa criatura no entra al Reino de los Cielos. Yo en verdad, con Facho nos impactábamos porque nunca habíamos escuchado esas cosas. Y después nos hablaba de que el militarismo no tenía que haber existido en este mundo porque hay un mandato que dice: No matarás… —¡Y todos los militares portan armas, y matan!—… Y las religiones, lejos de enseñar la palabra de Dios, lo que hicieron es confundir, y que la gran culpable de todas las religiones era La Gran Ramera Apocalíptica. Y le digo: Y hermano, ¿quién es La Gran Ramera? La Iglesia Católica —me dice—, ¿acaso no se codea con los grandes de la Tierra? Ustedes vean, ustedes vean una reunión: Ahí están los curas. Una reunión de ricos: Ahí están los curas. En todas partes los encuentran ¡hasta banco tienen!, ¡son accionistas hasta en armas!, tienen el Banco Ambrosiano, que es de ellos. ¡Imagínense!, ellos, los que se hacen llamar los representantes de Dios, ¡accionista en armas!, dándole la contra a Dios, al sexto mandamiento que dice: No matarás. Incluso, cuando están las fuerzas armadas reunidas, va el papa, o va el cura, y las bendice.
—Bendice y santifica.
Así es, bendice y santifica. Y desde el momento que ellos hacen están legalizando la muerte. Entonces, le están dando la contra a la enseñanza de Cristo. Por eso que ellos son anticristos en su grado respectivo, porque le dan la contra a las enseñanzas de Cristo… También que me quedaba impactado de todas esas cosas.
—Y tus experiencias que pasaste, ¿qué experiencias viviste?
Entonces fuimos viendo todos los rollos que nos fue pasando el hermano y nos dijo: Miren hermanos, acá hay para hablar, pero por años —me dice—. Ustedes para que puedan sacar una conclusión tienen que leer los 4000 rollos —nos decía—. Pero primero, el Padre dice que tienen que empezar por el evangelio. ¿Usted han leído el evangelio hermano? —nos preguntó a mí y a Facho—. Nos miramos con Facho y le digo: Hermano —le digo— yo he sido evangelista —le digo—, pero por un corto tiempo —le dije—, porque al final me aburrí —le digo—, pero si he leído mas o menos. ¡No hermano!, pues ahora tiene que empezar usted a leerlo, ustedes tienen que empezar a leerlo. Ahora, lo que es para esta generación es el Nuevo Testamento, y el Antiguo Testamento fue para la época bárbara, la época antigua, que ellos van a ser juzgados con ese evangelio, con el Antiguo Testamento, pero que nosotros íbamos a ser juzgados con el Nuevo Testamento.
—Pero era referencial.
¡Claro! Y que teníamos que leer el Antiguo Testamento como forma referencial para informarnos, que era necesario de todas maneras leerlo, y que después de eso íbamos a proceder a leer los Títulos, o las Leyes, y luego de eso ustedes ya van a comenzar a leer los divinos rollos. Así es que comenzamos a ir. Ya pasaron los días y comenzamos a ir por nuestra cuenta. En realidad nos interesó por toda la gran maravilla que había, ¡qué cantidad de rollos! Era algo pero… sinceramente muy emocionante. Y ahí fue donde yo y Facho pudimos experimentar por primera vez cuando Él nos leía la mente. Sentíamos como que algo penetraba dentro de nuestra mente. Y automáticamente, en ese momento, en ese mismo día nosotros… Bueno, al menos yo sentía eso, que Él sabía lo mío. Igual Facho, también Facho, nos mirábamos a la cara y así un poco… No asustados, sino un poco intrigados de que algo estaba pasando, algo sobrenatural. En ese momento lo veíamos así y pudimos captar que Él nos leía la mente. Incluso preguntas, que yo quería hacer en ese momento, y las tenía ahí —porque estaba hablando con Facho en ese momento— Él comenzaba a hablar de esas preguntas. Entonces yo le decía: ¡Hermano!, pero justo le iba a preguntar eso. ¡Ah! —me dice—, es que el Padre se antecede…
—Se anticipa.
Se anticipa a los acontecimientos. Igual a Facho, también le pasó lo mismo y Facho decía: ¡Pero hermano, justo le iba a preguntar yo también! Le volvió a decir: El Padre se anticipa a los acontecimientos.
—Y a los hechos.
Y a los hechos. Ahí fue que en realidad tuvimos una experiencia muy bonita con Facho, y esa experiencia vivida fue la que más… También nos hizo pensar que Él era una persona… ¡En ese momento lo pensamos!, que era una persona sobrenatural, o sea lo vimos así, en nuestra ignorancia, porque no sabíamos todavía quién Él era. Y me dijo: Hermano, pueden venir ustedes a leer, aquí está la Ciencia Celeste, estudien, esto viene de Dios, y es la tercera y última doctrina, la Doctrina del Cordero de Dios, se le va a conocer como la Ciencia Celeste o los Rollos del Cordero. Y comenzamos a ir a su casa y al final nos poníamos también a conversar con Él. Para ese entonces, antes que nosotros estaba el hermano Ricardo [Flores] con la hermana Susana Rosas. Ellos estuvieron primero que nosotros, porque sabemos que el hermano Ricardo lo llevó a la casa de [Antonio] Córdova, y él le pagaba…
—Le pagó. Acordó darle una pensión.
Acordó darle una pensión a Córdova, para su manutención del hermano Luis Soto Romero.
—Porque eso lo dijo el hermano Ricardo.
Y conforme fueron pasando los días nos fuimos enterando, porque el mismo hermano Ricardo Flores lo comentaba y veíamos todos. No hay hermano, de los que hemos estado ahí, que no hayamos visto cuando él le daba el dinero a Olinda [esposa de Antonio], que sacaba de su bolsillo para los gastos del hermano Luis. Después, nosotros, ese día nos quedamos plenamente convencidos de que esto era algo extraordinario, y conforme fuimos yendo, fuimos analizando y estudiando la Ciencia Celeste, llegamos a la conclusión de que esto era divino. Él nos dijo, incluso, había momentos en que Él nos decía: Esto, si yo lo hiciera con mi conocimiento de ser humano, o me canso o me vuelvo loco —decía—, pero con la ayuda de Dios lo estoy haciendo. No sé hasta cuando lo voy a hacer —me dice—, porque esto no tiene ni principio ni fin… Y en verdad pues. Después subíamos, lo veíamos escribir, pintar los rollos. Porque subíamos arriba, hasta donde Él estaba, en el tercer piso, y Él pintando los rollos. Incluso tú estabas conversando con Él y Él estaba pintando los rollos, o estaba escribiendo, dibujando. O sea. Y… ¡No pues! ¡No!, una persona común y corriente no hace eso, porque si conversa contigo tiene que dejar de escribir y dejar de pintar. Pero Él lo seguía haciendo y nos conversaba. Entonces, ya ahí teníamos manifestaciones de Él era un ser superior. Y conforme fuimos analizando las cosas llegamos a la conclusión que Él era un Enviado de Dios. Entonces comenzamos a avisar. Facho trabajaba en ese entonces en un centro comercial y Él comenzó a avisar, yo también comencé a avisar por otros lados. Y ahí es donde Facho conoció a Carmen Tasso y a Esther Tasso. Luego vino el hermano Juan Sicha. Y de ahí ya vino el hermano Hidalgo León, que fuimos las personas que más estuvimos a su lado. Y nos rodeabamos… Siempre estábamos con Él.
—La hermana Rosa también.
¡Claro!, después ya la hermana Rosa de Sicha, todos ellos comenzaron a llegar. Y cuando nos sentábamos en realidad parecía que rodeábamos a Cristo porque todititos estábamos ahí. Él estaba sentado al frente y nosotros desde un costado así [gira su mano], dábamos la vuelta y Él nos conversaba de todas las cosas que iban a pasar y suceder. Y siempre nos hablaba lo del tema que justamente, en la anterior entrevista, Esther les dijo, lo más impactante que iba a suceder en el Día del Juicio, esa la de los 144,000 porque siempre se menciona. Me acuerdo que en ese momento, ahí fue que le preguntamos: Hermano, ¿y cómo es eso de los 144 mil escogidos? ¡Ah! —le dijo—, ahora les voy a comentar. Entonces, Él miró hacia arriba —como siempre miraba y movía los labios, miraba, como decir, hacia el cielo, a través del techo, de la pared, miraba hacia arriba—, y nos decía: Ahora sí, el Padre dice que Yo les voy a comentar. Y entonces decía de que el Día del Juicio, cuando Cristo venga a la Tierra va a juzgar a todos, a vivos y muertos, y entre ellos van a decir: ¡¡Señor!! ¡¡Señor!! ¿y qué de los 144 mil de los escogidos? Entonces, dice que Cristo los va a llamar y les va a decir: Bueno, ¡a la derecha los 144 mil!, pero dice, Él dice que, de los 144 mil escogidos, dice que entre la gran mayoría de los 144 mil estaban los reyes, presidentes, dictadores, los ricos, los grandazos de la Tierra. Y dice que a golpes y empujones ellos se pusieron ahí a un costado, y ahí es donde hubo un terremoto, y dice que se abre la tierra y se los traga a toditos. Y dice que se vuelve a cerrar la tierra y en ese momento vuelve Él de nuevo: ¡A ver!, ¡vengan otros 144 mil!, ¡vengan los 144 mil escogidos!, ¡otro grupo más!… ¡Ni uno!… Dijo: ¡Ah!, ¡que rápido aprendieron la lección! Y ahí es donde Él agarró y dijo: Ahorita no hay ni un salvo —dijo— ni uno que sea escogido, porque todos han caído y todos tienen pendiente un juicio. Los únicos escogidos son los niños hasta los 12 años de edad.
—La inocencia.
La inocencia. Y ahí es donde nos hacía recordar la parábola que decía, cuando le dice a Nicodemo: De verdad en verdad te digo que si no volvieráis a nacer no podrías entrar al Reino de los Cielos, o que para entrar al Reino de los Cielos habría que ser como un niño. O sea, que teníamos que tener inocencia, y que el ser humano, con este sistema de vida, lamentablemente perdió la inocencia y se perdió la gran oportunidad de entrar al Reino de los Cielos. Y después, yo lo he visto, por ejemplo a Él… Todos casi lo hemos visto escribir los rollos. Siempre estábamos en contacto con Él, Él sabía todos los problemas que tú podías tener en la mente, te lo decía. Alguna preocupación decía: Hermano, es su prueba, usted tiene que controlar, el Padre lo está probando, usted ha pedido esa prueba. O, todos los problemas que uno vive a diario no es casualidad, no existe la causalidad, no existe la llamada suerte, es falso, la suerte no existe, la suerte la creó el capitalismo, el sistema. No existe la casualidad, el destino es lo que sucede en nosotros, que no existe la suerte ni la casualidad, todo está escrito en los libros solares, todo. Todo lo que nos pasa, desde que nacemos, vivimos, crecemos, nos reproducimos y morimos, todo está escrito, el día, la hora, los segundos, los momentos buenos, los momentos malos, todo, todo. Todo está escrito en el Reino de los Cielos. Y es como si fuera una película lo que nosotros vivimos a diario, porque todo eso tiene que ir sucediéndonos, todo lo que nos sucede. Por ejemplo, lo que nos ha sucedido hoy día ya estaba escrito que iba a ser así, y lo que va a suceder mañana también está escrito, y lo de pasado mañana también, son pedidos. Entonces, lo que nosotros hacemos es vivir la experiencia y aprender para poder avanzar a un mundo superior. Ahora, ¿a qué venimos a este mundo?, a foguearnos, a ser mejores criaturas, mejores espíritus, a desapegarnos de lo malo, por decir de la maldad, del odio, de la envidia.
—Que teníamos que desprendernos del polvo de las tinieblas.
¡Claro! Teníamos que desprendernos del polvo de las tinieblas. Y decía: La criatura todavía está empezando —decía— el ser humano, está empezando, porque todavía se arrastra —decía—. Pero, ¿se arrastra? —yo decía—, ¿pero arrastrarse?, una persona que está en el suelo, y gatea, y se arrastra, eso es lo que yo deduje en ese momento. Pero, hermano, ¿arrastrar?… El ser humano se arrastra, la criatura se arrastra. —¿Cómo? —. ¡El caminar! El caminar es una forma de arrastrarse, ustedes miren sus zapatos ¿acaso no lo desgastan? ¡Se están arrastrando pues! —decía—. Y en verdad tenía razón. Y dice: Con el tiempo, conforme vayamos avanzando vamos a comenzar a levitar, incluso a leer la mente, a desarrollar la telepatía. Pero para eso tenemos que foguearnos en otros mundos, ir ganando… Eso se gana con esfuerzo, con mérito, con mérito espiritual, y va la criatura avanzando y evolucionando, yendo a mundos mejores que este. Entonces decía: Si la criatura no hace mérito por querer cambiar, por querer avanzar, no puede esperar nada para su próxima reencarnación. Vuelve a repetir el plato —decía— como una persona que repite de año. Y vuelves, si estás ahí en el dolor, en la injusticia, en la esclavitud, la explotación. Es la criatura la que tiene que salir de esto, tiene que salir, con su mérito y estudio acercarse a Dios. Porque si el ser humano no se acerca a Dios está perdido. No pasa nada —decía—. El ser humano cree que lo sabe todo y no sabe nada. ¡Y ni siquiera está empezando! —nos decía—. Entonces ahí en un momento agarra Facho y le dice: ¡Hermano! —le dice—. ¡Hermanito! —le dice—, yo veo al Padre Eterno, lo veo pero así, ¡como un inmenso, inmenso, inmenso, inmenso sol! —le dice—. Hermano —le dice—, usted le está poniendo límites —le dice—, le está poniendo límite a Dios porque Dios no tiene ni principio ni fin. Así como usted piensa en ese infinito, en ese inmenso, inmenso sol, hay otros más inmensos que ese sol, y otros más inmensos que ese sol, y otros más inmensos que ese sol, y así sucesivamente remóntese hasta donde la mente le pueda imaginar —le dice—. Y aun así le está poniendo límites —le dice—, porque la grandeza de Dios no tiene límite. Hablar de Dios —decía— no se puede hablar en psicología de límite, se tiene que hablar en psicología de infinito. Y nos decía: Cuenten las estrellas arriba, pónganse a contar las estrellas, ¿cuántas estrellas hay? Y se sonreía: Nunca las van a terminar de contar —decía— porque no tienen ni principio ni fin. Igual —me dice— igual decía: Esto, donde están ustedes es el microcosmos, la Tierra es un polvito que está en el universo.
—Cuéntale de cuando el hermanito hablaba de los padres solares que querían saber ¿a donde llegaba el Padre?
¡Ah!, después decía… Hay padres solares que siempre tratan de buscarle límite a…
—No, límite no, saber. Saber hasta dónde llega el Padre.
¡Ah! Hasta dónde llega el Padre, ¡Claro!, pero siempre creen que encuentran el límite, pero nunca lo llegan a encontrar.
—Sí. Ellos creen que ya llegaron donde está el Padre.
Sí. Y entonces dice que hay un momento en que el Padre los prueba. Entonces, dice que van buscando el límite del universo. Entonces, llegan a un lugar donde en verdad encuentran el límite. Y dicen: ¡¡Ya!! ¡¡Ya!! ¡¡Encontramos el límite!! Dice que comienzan a hacer fiesta, a bailar, a cantar y están ahí en plena diversión. Y dice que en eso, de un momento a otro ven que el universo se ha expandido más. ¡¡No!!… ¡¡Ya no!!
—Después de haber recorrido tanto…
Después de haber recorrido tanto dicen: ¡¡No!! ¡¡Ya no!! ¡¡Con el Padre no se puede!! ¡¡No se puede con el Padre!! ¡¡No, con Él no se puede!! ¡¡Él es infinito. —¡¡En verdad que tu eres infinito Padre Eterno, contigo no se puede!! —. Y ahí es donde Él les dice: Yo soy infinito, no tengo ni principio ni fin. Y dice que hay criaturas que se dedican a buscar el límite del universo y nunca lo encuentran. Llegan a un punto, pero una vez que llegan, al poco rato se expandió más. Y así pues.
—Si pues, también nos decía eso.
Y la otra oportunidad que tuve yo, que siempre lo voy a decir y lo voy a contar, ha sido las tres veces que yo pude observar y palpar —quizás esto sea para dar testimonio de lo que vi— fue cuando lo vi brillar. Le vi brillar la parte alta de su cabeza. Fue un día que yo regresaba, más o menos como a esta hora, como a las 8:00 de la noche. Y yo subía las gradas… No, yo llegué… Normalmente, en la casa de Córdova, en el segundo piso, Olinda tenía su comedor y ahí es también donde subíamos a leer. En ese entonces Olinda nos daba pensión a mí y a Facho. Entonces, justo en ese momento —el baño estaba en el primer piso—, y justo bajaba el hermano y la luz estaba apagada, y Él bajando por las gradas. Y en ese momento: ¡Hermano!, ¡como está!, ¡buenas noches! ¡Ah!, ¡hermanno acá! ¿Y, qué hubo? —porque Él siempre decía: ¿Qué hubo?— ¡Acá hermano! —le digo— a leer un rato —le digo—, y a comer y de ahí a descansar para mañana levantarse a laborar. ¡Ah ya hermano!, ¡pase usted adelante! —me dice—. En ese momento, que me fui acercando, ahí fue donde a Él lo vi… Le vi un brillo tenue acá en su cabeza, porque Él siempre se ponía una toalla acá [se toca la cabeza].
—Sí, se ponía una toalla.
¡Y parecía Cristo!
—Sí, ¡igualito!
¡Igualito! Entonces, a través de la toalla, más o menos así —porque más o menos la toalla le llegaba por acá—, y le veía un brillo así, tenue, que se movía así, pero bien lento, pero tenue. Para que voy a exagerar, decir que fue un brillo exorbitante. ¡No, no, no! La verdad es la verdad. Pero le vi. Entonces, ahí es donde Él me dice: Tranquilo hermano —me dice— con el tiempo lo va a comprender. Entonces, yo le digo: Ya hermano. Entonces, de ahí cuando ya, Él ha terminado de bajar las gradas —nos hemos cruzado los dos ahí—, ahí es donde le he visto claramente el brillo. Acá tenía un brillo. Parecía que el brillo era hacia adentro. O sea, dentro de su cabeza, adentro estaba el brillo.
—Era un Padre solar pues.
Era un padre solar. Ahí ya fuimos comprendiendo que Él era un padre solar. Ahí me fui dando cuenta.
—Mira, acá el hermano está preguntando…
Y entonces, bueno, ya subí. La otra vez que tuve una experiencia, pero bien marcada, fue para el día de su cumpleaños que lo fuimos a saludar, y en ese entonces, Él ya se sentía un poquito delicado [26 de noviembre de 1977] y estaba indispuesto y no bajó. Estuvimos ahí en la casa de Córdova hasta las 9:00 de la noche mas o menos. Entonces, yo me regresé pero Facho se quedó. Y como digo, yo vivía a… En ese entonces habíamos alquilado un cuartito más allá, pero estaba cerca de donde ahora Córdova tiene su templo, en esa misma cuadra vivíamos, en la cuadra 17. O sea, Córdova ahora tiene su templo en el 1775, nosotros estábamos en el 1701, es un edificio de 4 pisos creo que es. Entonces ahí habíamos alquilado un cuartito y estábamos con Facho. Y estábamos en el segundo piso y justo me paro… —ya me había ido—, y me paro en la ventana así, a mirar. Y estaba mirando, pensando… Eran las 9:00 de la noche, y en eso veo —de veras fue algo impresionante, nunca me voy a olvidar— una nave, un platillo así, pero grande, yo calculo que era mas o menos del tamaño de un auto. Lo vi avanzar. De verás que yo primera vez en mi vida que vi un platillo volador, me impresioné un poco. A veces uno, como ve cosas que nunca en tu vida la has visto… me sobrecogí un poco. Entonces, esta nave avanzaba, avanzaba así, lentamente, y pude ver, a través del platillo. O sea, era un brillo, un resplandor ¡caramba!, que es dificil de explicar. O sea —como puedo decir…—, o sea, era casi transparente, o sea, entre visible e invisible, algo así. Pero pude ver las ventanas, hacia la parte de arriba, y entonces, era como vidrio enpavonado, algo así. No se veía lo que había ahí adentro. Entonces, atrás venía una mediana y una chiquita, pero clarito la nave se ha ido hacia la casa de Córdova, donde estaba el hermano Luis, porque yo podía divisar hacia allá. Entonces, ahí es donde se ha detenido la nave grande, y la mediana…
—A la altura del cuartito…

El antiguo cuartito del divino Maestro en Francisco Lazo 1939-J, Lince, Lima, Perú
¡Claro!, a la altura donde estaba el cuarto del hermano Luis. Entonces, se ha detenido ahí, y después ha venido la mediana y la chiquita. Inmediatamente se han metido las dos a la nave grande. Supuestamente en ese momento se ha desaparecido. Yo dije: ¡Qué! ¡Caray!… Yo me quedé impresionado… Y al poco rato llega Facho y le digo: Oye Facho, mira lo que ha pasado, he visto esto, le relaté. Y me dice: ¡Pregúntale al hermano! —me dice—. No… —le digo— ¡de todas maneras le voy a preguntar temprano! Como nos íbamos a tomar desayuno allá, agarré y le pregunté, fui arriba y le conté: Y hermanito ¿como está?, ¡muy buenos días!, ¿y cómo se siente? Ya, ya, un poquito mejor por la gracia de Dios. Hermano —le digo—, y antes que me vaya —le digo—, porque ya me tengo que ir a trabajar, ayer me pasó esto. Le relaté todo lo que había visto, la nave grande, después la mediana y después la chiquita y se metieron hacia adentro las dos naves, le expliqué todo y me dijo: Hermano —me dice— eso que usted ha visto son padres solares que han venido a saludarme por mi cumpleaños —me dice—, son padres solares del microcosmos. ¡Ah!… pero hermano —le digo—, eran las 9:00 de la noche —le digo—, no sé… ¿debe haberlo visto gente? —le digo—, porque yo en realidad… habían autos que pasaban, la gente estaba caminando. Me dijo: Hermano, usted debe tomar en cuenta que todo está hecho en base a pedidos. Muchos piden ver y otros piden no ver. Usted pidió ver —me dijo—. Puede estar usted en un campo inmenso y pueden haber 50,000 personas —así me dijo— y de esas 50,000 lo puede ver usted y otra persona más, o unos 4 ó 5 más, y los demás no lo ven. Pero, ¿y por qué hermano? —le digo—. Porque esas personas no pidieron verlo —me dice—, y todo se hace en base a pedidos —me dice—. Ellos se dejan ver para dar cumplimiento a lo que está escrito en el evangelio como señales en los cielos, las bolas de fuego. ¡Ah!… —me dice así pues—, ¡caramba!. Me quedé pensando y me dijo: Sí hermano, ese es su pedido —me dijo—, usted lo ha pedido —me dice—. ¡Ah!, que bonito hermano —le digo— nunca había visto una nave plateada tan inmensa, yo en mi vida nunca lo he visto. ¡Ah!, hermano, debe estar usted contento —me dice— ese es un premio —me dice— porque cualquiera no tiene esa oportunidad. ¡Ay! hermanito —le digo—, gracias —le digo—, pero de todas maneras me ha gustado —le digo— esto jamás me voy a olvidar. Bueno hermanito… Y ahí ya hablamos de otras cosas, le dije: Ya hermanito, ya me tengo que ir a trabajar. Ya lo dejé pues. Como te digo, vi esas naves y lo digo con toda sinceridad, no tengo porque exagerar y…
—Acá hay una pregunta de nuevo.
A ver, pregúnta…
—Dice la hermana Aria Lazo: Entonces, cuando le preguntamos a los hermanos de Lince de por qué no han publicado los rollos restantes, y ellos no nos contestan o evaden las preguntas. ¿Para quién es la prueba, para ellos o para nosotros?
Bueno, ya. Después voy a ir llegando a ese tema. Miren, después, la tercera oportunidad fue cuando una amistad, que salía en una propaganda de chicles Adams, esta persona se llamaba Shulz. Entonces, yo conocía a la persona que salía en esa propaganda, era una mujer, y salía también Shulz manejando un carro. Shulz era un ciudadano chileno que también salió en la época de la dictadura, salió de Chile y estuvo acá en el Perú también. Entonces, el hermano Luis quería contactarse con él. Pero yo conocía a la señorita que salía en esa propaganda porque ella subía a su carro, porque él salía con la cajita así [sacude la mano], de chicles Adams. Entonces, le hace así a la chica y la chica sube a su carro, y así iban subiendo. Entonces yo le digo: Hermano, yo la conozco a la señorita. ¡Contácteme con ella! —me dice— háblele. Ya —le digo— le voy a preguntar. Y pregúntele por Shulz, donde lo puedo ubicar a Shulz. Y quedé en que yo iba a ir. Y como te digo, tempranito, a las 6:00 de la mañana —después de haber hablado con Él— clarito sentí en mi mente… Una cosa es que tú oigas a una persona que te habla, así como nos comunicamos nosotros a través de la labia y nos escuchamos a través del oído. ¡No! En mi caso, a las 6:00 de la mañana, lo sentí acá, dentro de mi mente que me dijo: No te vayas a olvidar: Shulz, Shulz, Shulz… me repitió tres veces y me desperté. Ahí fue la primera vez que pude experimentar lo que es la telepatía. O sea, recibir la conversación de otra persona a través de tu mente. Y ahí fue que comprendí yo lo que era la telepatía. Y bueno, fue algo impresionante, fueron las tres experiencias que tuve. Y la tercera experiencia fue cuando ya Él ya estaba delicado y estaba en el hospital Cayetano Heredia donde los médicos le pusieron el encefalograma…
—No, electro…
Perdón, el electrocardiograma. Entonces, marcaba en línea recta y los médicos se quedaban impactados ¡porque a Él lo veían que estaba vivo!, ¡y cuando te sale una línea recta es porque estás muerto! Y cambiaron hasta tres de esos aparatos y seguía igual, y decían, oye… —eso es lo que Carmen nos contaba, la hermana de Esther, Carmen Tasso, porque ella trabajaba allí en el hospital Cayetano Heredia, y por ella fue también que lo llevaron también al hospital mencionado—, y los médicos se reían, se burlaban, decían: Este hombre clínicamente está muerto —decían— ¡pero está vivo acá! Lo veían y conversaba, hablaba. Decían: Este hombre no es de este mundo, este hombre es raro —decían—, este hombre debe ser extraterrestre y ¡jajaja!, se reían, se burlaban. Después ya le contaron eso a Carmen y Carmen fue y le preguntó al hermano Luis. Ahí estábamos los hermanos, y ahí fue donde Él nos dijo el significado de porque marcaba la línea recta y el vaivén, que es lo normal para los seres humanos. Ahí fue que nos dijo: Línea recta —hermanos—, significa equilibrio, y el vaivén, el sube y baja, significa desequilibrio. Así que los seres humanos —la criatura decía, no decía los seres humanos— la criatura está desequilibrada —decía—. Así, imagínense. Incluso cuando después le han visto su contextura, no era igual a la de nosotros, era diferente. Claro, a simple vista tú lo veías como un ser humano, como tú, como yo, como cualquiera, pero internamente era diferente. Es lo que nosotros sabemos por parte de los médicos y por lo que Carmen nos contó.
—Claro, sus tejidos, sus huesos.
Ahora, decía que los médicos… Era la prueba de los médicos. Ellos tenían que haberlo reconocido y haberlo anunciado al mundo. Incluso, la herida que tenía al costado, ellos tenían que haberlo reconocido, que Él era un ser superior, porque incluso tenía tres costillas soldadas.
—Sí, tres costillas.
Y Él decía que eso era de la lanza que le hizo el soldado romano cuando Él ya estaba en la cruz. O sea, cuando le dio la estocada. Es lo que nos decía Él. Las cosas pudieron haber cambiado si la criatura hubiera reconocido al Enviado de Dios —así decía Él—. Y bueno, hasta que ya después se puso malito y ahí fue donde Él tuvo problemas con Córdova. Porque Córdova, al último, ya se puso malcriado con el hermano Luis, no le tenía paciencia. Incluso él seguía haciendo su vida, seguía tomando, seguía con mujeres, se daba la gran vida y Olinda fue que le dio las quejas.
—Sí. Le dio la queja.
Y le llamó la atención. Y como le llamó la atención, ahí fue donde él se puso malcriado con Él y en una oportunidad agarró el hermano Luis y le dijo: ¡El Padre dice que tú me quieres robar los rollos!
—Que tú eres un ladrón.
¡Qué tú eres un ladrón y que me quieres robar los rollos! Y ahí fue lo que le dijo: ¡¡Entonces, lárgate de mi casa!! —le dijo Córdova al hermano Luis—. Eso lo saben todos los hermanos que hemos conocido al hermano Luis. Pueden incluso preguntarles y les van a decir lo mismo que yo les digo. Y lo botó pues. Y ahí fue donde el hermanito cogió sus rollos y ya se iba. Y ahí fue donde Olinda, la mujer de Córdova, llamó desesperada a Carmen, la llamó a Carmen al hospital Cayetano Heredia, a Facho lo llamó —porque Facho trabajaba en una tienda, en Monterrey—, para que vengan, porque ya el hermanito se iba. Y ahí fue que lo detuvieron para que Él se quedara, lo atajaron. Y ahí es donde Él no quería estar en la casa de Córdova. Ahora, en el caso de Esther, como ella lo comentó, de que ellos vivían cinco en un cuartito… Igual, yo con Facho vivíamos en un cuartito, les acabo de mencionar hace algunos instantes. No teníamos donde llevarlo. Si el cuartito era pequeño ¿dónde lo íbamos a poner?, imagínense. Eso también, cuando yo me acuerdo, a mí me da mucha pena, mucha tristeza, porque si yo hubiera tenido mi casa, o un lugar en ese entonces… Yo pues era un muchacho provinciano que recién había venido de Trujillo acá, a la capital. Entonces, estábamos con las justas. Y el que lo pudo llevar ahí fue el hermano Juan Sicha. Él sí porque Él estaba construyendo su casa. Y después no sé conque artimañas Olinda fue y…
—Le dijo, un día antes, que ya no…
Que ya no iba a ir.
—Que el hermanito decía que ya no vaya el hermano [Juan Sicha] porque ya no iba a ir a su casa.
¡Claro! Y con artimañas fue que lo hicieron quedar. Entonces, ya después él se puso malito. Y como Córdova seguía intransigente agarró y le dijo: ¡¡El Padre dice que tú estás cortado de la Revelación!! —le dijo—. ¡¡Y no quiero verte!! ¡¡No quiero ver tu presencia!! —le dijo—. Entonces, para entrar a la casa de Córdova, —ahí en José Gálvez, en la casa de José Gálvez, en la casa de él—, él tenía su puerta… Habían dos puertas, la puerta de entrada a su sala y una puertita falsa. Esa puertita falsa daba a su taller, porque Córdova era joyero. Entonces, por ahí entraba Córdova y puso una escalera hacia el segundo piso, y por ahí él se trasladaba y no se veía con el hermano Luis porque no quería verlo. Eso, nosotros todos estamos enterados de eso. Y ahí fue cuando ya Él se puso malito y reunió ahí a varios hermanos. No sé si tu estabas ahí cuando le dijo de que los rollos iban a pasar al hermano Ricardo. Estaba el hermano Ricardo también.
—Sí. Estaba sentadito y el hermano Ricardo llegaba…
¡Claro! Porque yo llegué después.
—Y estaba el hermano Ricardo, estaba la hermana Flora y estaba tu tía.
Mi tía Olga. ¡Claro! Mi tía Olga, sí. [Olga Pastor de León]
—Estaban ellos tres porque llegaron los tres [Ricardo Flores Herrera, Flora Torres Guerra y Olga León de Pastor]. Y ahí es cuando el hermanito le dice al hermano Ricardo: Hermano Ricardo, el Padre dice que usted se hará cargo de los divinos rollos y de todo lo que fue del divino enviado —le dice así al hermano Ricardo—.
Sí pues. Y se lo repite tres veces. [La frase que repite 3 veces es: ¿Quiere que le firme un papel?]
—Sí, tres veces se lo repitió. Y el hermano, como cualquiera… O sea, en ese momento le dice que no duda de las decisiones del divino Padre y le dice: No. No hermanito, yo no dudo de las decisiones del divino Padre. Y se lo repitió tres veces.
Tres veces pues le repitió.
—Y ya, quedó establecido eso, que el hermano Ricardo es el que se iba a hacer cargo de los rollos.
Sí. Y así pues. Entonces, quedó en que el hermano Ricardo se iba a llevar los rollos. Y pasó el tiempo y el hermano Luis desencarnó. Así es que se le enterró. Y pasó algo también increíble cuando estaba en el ataúd. Para ese entonces, Él siempre tenía su pelito corto y bien afeitado. Como Él ya empeoró, le fue creciendo la barba y el pelo. Hermanos, ¡era el vivo rostro de Cristo!
—Sí. El vivo rostro de Cristo.
De verdad, se lo digo con toda sinceridad. Ahí está, Esther, ¿sí o no? ¿era el vivo rostro de Cristo?
—Sí. Todos los que íbamos y mirábamos era el vivo rostro de Jesús.
Entonces, como Él había adelgazado, con más razón todavía. Entonces, ahí nos dimos cuenta que verdaderamente era Cristo. De verdad. Mira, yo… Nosotros hemos vivido la experiencia en que… Yo por lo menos lo he visto, cuando estaba en el ataúd, había momentos en que Él estaba sonriente y en otros momentos estaba serio, en otros momentos se le veía, así como un poco molesto. Yo nunca he visto… Porque miren, personas que han fallecido y he ido a ver en el ataúd… ¡caramba!, en muchas oportunidades he visto, pero nunca he visto que su fisonomía cambie. Por ejemplo, en un momento, como les digo, estaba serio, en otro momento estaba como en una paz, en otros momentos sonriendo. ¡Yo lo he visto! Y no tengo porque exagerar, y lo hemos visto varios hermanos. ¡Es algo increíble! ¡Esas cosas no suceden así por que sí! Entonces, ¡qué más pruebas, que las que tuve yo, que les acabo de narrar, para convencerme de que Él era una persona superior! Él era el Enviado, el Hijo de Dios en persona acá en la Tierra. Incluso, como les digo, cuando yo… Esther, yo, mayormente lo hemos atendido cuando Él estaba delicado. También la experiencia…. Hay un video que tengo en YouTube, que me filmó la hermana Judith Pineda de Colombia donde le narró también esa experiencia de Osiris. Yo he sentido esa fuerza.
—¿Por qué no narras?
Yo me quedé… Por ejemplo, cuando Él estaba delicado hacíamos turnos. En las mañanas hacían turno las mujeres y en la noche nosotros los hombres. Y esa vez me tocó a mí hacer turno con el hermano Hidalgo. Y el hermano Hidalgo, no sé qué pasó, algo pasó que él no fue. Así es que me quedé yo solito y lo comencé a atender. Cuando Él quiso ir al baño yo ponía mi hombro para llevarlo al baño, y cualquier cosa que quería, quería agua, quería cualquier otra cosa. Y yo también pasé la misma experiencia, porque esa experiencia la hemos pasado toditos, no hay hermano que diga que no: La del suéter [sweater]. Acá en el Perú no se conoce la palabra suéter, ni se sabe que es…
—No le ponemos interés…
Entonces, esas cosas nosotros nomás lo conocemos por chompa. Y también a mí me pasó lo mismo, me dijo: Hermano, páseme el suéter… ¡A todos! Parece que nos probó a todos. Porque después dijo que se nos estaba probando en la paciencia…
—Sí, en la paciencia.
Que el Padre nos estaba probando: ¡El suéter, el suéter!… ¿Cuál es? Yo miraba pues: ¿Suéter, suéter …?, ¿qué cosa es suéter? —decía yo— y me rascaba la cabeza, ¿qué es el suéter? ¡¡La chompa hermano!! ¡Ah!, hermanito, disculpe. Y le ayudé a ponerle la…. [risas] Y me miraba: ¡El Padre lo está probando hermano, lo está probando en la paciencia! —me decía—… Así, estando Él delicadito. Ya hermanito, ya… Y ahí también he visto su herida, le he curado y vi cómo estaban puestas las gasas, le cambiábamos las gasas y se notaba su costado cuando Él se volteaba donde… Tenía como una cosa así como, era como… —cómo te puedo decir— como una boca, como un hueco…
—Sí. Así, largo…
Algo largo ¿no?
—Una fisura larguita, y eso latía.
Sí, latía y supuraba un líquido.
—Sí, salía un líquido…
Un líquido transparente.
—Con residuos.
Entonces también, como te digo, con Facho también lo hemos atendido. Entonces, lo curé todo y lo volví a poner en su sitio, y ahí fue donde ya Él se echó a descansar, ya se quedó… Lo vi dormido, y en ese momento se va la luz…
[Risas]
Y yo dije: ¡Bueno!… ahí tenía… Córdova me había dejado —me acuerdo— una… —Olinda fue, o Córdova, no me acuerdo— me había dejado una frazada porque ha sido en mes de invierno, en el tiempo de invierno ha sido. Y ahí fue que al poco rato sentí las escaleras —porque las escaleras eran de madera— que sonaban, como que retumbaban ¡Pum! ¡Pum! Pero yo, a oscuras, sentía como que bajaba un gigante, parecía que era una persona gruesa, de contextura gruesa, pesada, que bajaba. Entonces, ¡yo en realidad me asusté! Yo creo, como siempre lo digo y lo diré. Yo creo que si me ponían un dedo yo ¡Ahhh! Gritaba y salía disparado…
[Risas]
De verdad. Si hasta ahora me acuerdo, mira cuantos años han pasado y me acuerdo. Yo he sentido un miedo… ¡horrible! ¡Nunca en mi vida he sentido un miedo así! Y otra cosa, que sentías el magnetismo. Yo sabía que esa persona que bajaba…
—Era un demonio.
¡Un demonio! O sea, ¡que bajaba alguien que quería hacer daño! Yo pienso que, si esa persona me hubiera querido…
—¿Fulminar?

Escalera de madera dentro de la casa de Antonio Córdova Quezada (Crédito: Judith Pineda)
Fulminar, lo hacía. Es como tú presientes que esa persona te va a hacer daño. Yo sentí en ese momento… Y ahí es donde el hermano me dijo: Tranquilo hermano —me dice— que esto no es con usted —me dijo—, son pruebas de padres solares —me dijo—. ¡Ah!, ya hermano —le dije—. Entonces, yo lo que hice en ese momento: Me tapé con la frazada. Entonces, a medida que me tapé, que me puse la frazada, a medida que yo fui poniendo la frazada, es como si yo estuviera entrando a otra dimensión. O sea, vi un momento en que yo sentía que estaba… lento, lento, lentamente. O sea, yo ahí lo hice rápido. Pero conforme ya iba avanzando sobre mi cabeza, para atrás, sentí que se hacía lento, lento, y como que yo caía en un profundo sueño. Y de verás eso también me intrigó porque después yo me ponía a analizar. Cuando estás con miedo ¡no te duermes!, ¡por nada te duermes!
—No.
Como yo les dije, si a mí me ponían un dedo, me tocaban, yo salía gritando, corriendo. Yo tenía 17 años. Y como te digo, caí en un… como que me adormecía. Como si me hubieran puesto una inyección para dormir, algo así. Y me quedé seco, dormido. ¡No sentí nada! ¡Absolutamente nada! Y ya no me desperté hasta el siguiente día a las 6:00 de la mañana. Ya cuando me desperté en ese momento lo vi a…
—¿No dices que Córdova estaba parado?
Cuando yo abrí los ojos y al primero que me estaba mirando a mí, lo miro ¿quién era? ¡¡Córdova!! Yo pensé que era el gigante ese que había bajado de…
[Risas]
De las escaleras, pero Córdova no subía porque Córdova estaba abajo. Entonces… ¡Hermano, como está hermanito!… ¡Buenos días hermano!, ¿cómo está usted?, ¿cómo ha amanecido?… Ya mejor —me dijo—. Ayer vino Ramsés y Osiris —me dijo— a torturarme. Y me ponían un péndulo en la frente… O sino venía [narraciones de otros hermanos], Osiris o Ramses —dice que—, con un una espada creo, ¿no?… —decía— le hincaban en la herida.
—Le hincaban en la herida. Le removían.
Pero hermano, ¿es posible que eso sea? Me dice: Hermano, los padres solares, así como el ser humano se impone pruebas, los padres solares también se imponen pruebas —me dice—. Y si una criatura común y corriente como es el ser humano —o como es el monito terrestre decía— se vuelve loco o se suicida —me dice—. Esas pruebas no las puede pasar un ser humano común y corriente.
—Son a nivel de padres solares.
Son a nivel de padres solares —me dice—. Y en verdad porque, cuando yo me he puesto a analizar he visto de que… ¡Él en ningún momento se quejó!
—No. Nunca.
Ni lloraba, ni gritaba ni decía: ¡Ay, me duele, me siento mal!
—No.
No. En ningún momento. Calladito, normal, en silencio. Eso también es algo increíble. A qué ser humano que tú le ves con una herida —hacia el fondo, al costado—, ¿no se va a quejar de dolor? ¡Nunca lo escuchamos!… ¿Tú lo has escuchado quejarse de dolor?
—No.
Nunca pues. Él nunca se quejó del dolor. Igual con Facho también lo hemos atendido. Ahí fue donde le preguntamos… ahí donde Facho le preguntó. Facho se sintió mal porque Facho… Era su primera vez ese día y le dijo: Hermano, ¿y porque está herida? —le dice—. ¡Ah!, esta herida… Ahí fue donde Él dijo: Esta herida fue cuando el soldado romano le dio la estocada a Cristo cuando estaba en la cruz. —Pero ¿y por qué hermano?— Esto es para demostrar a la criatura humana con quién está tratando en ese momento. Es la criatura la que tiene que haber deducido quién es el Enviado de Dios. Así nos dijo —me acuerdo—, a mí y a Facho. Y nos quedamos pensando… Así hermanos. Las cosas podrían haber cambiado, pero es la criatura —me dice— la que no quiere cambiar las cosas —me dice—, porque no reconoce a los mensajeros de Dios. ¡Ah!, nos quedamos pensando un rato. Y bueno, después ya Él desencarnó y vino lo del hermano Ricardo, que le deja los rollos, que justo les acabamos de comentar con Esther hace unos instantes. Y ese mismo día le dijo… El hermano Ricardo, después de haber enterrado al hermano Luis, el hermano Córdova le dice al hermano Ricardo: Hermano Ricardo ¿se va a llevar los rollos? ¡Ese mismo día del entierro! Y el hermano Ricardo le dijo: No, de momento todavía no me voy a llevar los rollos, deme tiempo porque voy a buscar un local e inmediatamente me llevo los rollos. Pero sí le dijo, el hermano Córdova le dijo al hermano Ricardo. ¡¡Sí él sabía!! Todos éramos conscientes de que los rollos se lo habían dejado al hermano Ricardo. Era indudable, nadie lo podía negar. Entonces, ¿qué pasa? Parece que eso ha sido prueba, tanto para nosotros como para el hermano Ricardo. Pero en esos momentos nosotros no nos hemos dado cuenta, después ya nos hemos dado cuenta. Entonces, ¿qué pasa? Qué el hermano Ricardo no podía llevarse los rollos a su casa, ¿por qué? Porque su esposa no creía en la Ciencia, y cualquier libro, folleto, que llevaba de la Ciencia Celeste se lo rompía. Entonces, el hermano Ricardo, por temor a que vaya a suceder algo con los rollos, no llevó los rollos y lo dejó en la casa de Córdova. Entonces, para el destino, fallece su papá del hermano Ricardo, allá en Trujillo, y él se tuvo que ir a Trujillo a enterrar a su padre. Y llamó a Córdova y le dijo: Hermano, no voy a ir de momento todavía porque mi papá ha fallecido. Así que se fue a Trujillo… Después, ya el hermano Ricardo, un poco como que se demoró tiempo. Y después ya vino la misa de 30 días, y así se fue pasando el tiempo. Y ahí fue, ahí fue cuando le vino a la mente a Córdova para apoderarse de los rollos. Así fue. Entonces, ahí fue donde Córdova empezó a indisponerlo al hermano Ricardo. Nos reunía y siempre nos decía: Hermanos, como le vamos a dar al hermano Ricardo, él es un burgués… ¡Ah!, ya había alquilado el local me acuerdo, y había alquilado en un distrito acá en Lima que se llama Chorrillos, ahí es donde iban a llevar los rollos. Entonces, nos comenzó a reunir a todos y comenzaron a hablar que el hermano Ricardo era un burgués. Él trabajaba en una empresa lechera y él por su trabajo tenía que ponerse terno, corbata, y pues era administrador, ganaba muy buen dinero. Entones, ahí fue donde él nos reunió y vino el famoso sueño de Olinda. Nos comenzó a llamar a toditos —porque yo vivía como les digo a una cuadra—. Entonces, me llamó a mí, a Facho, a Esther, a Carmen, a Hidalgo, a Juan Sicha, y agarró y nos dijo: ¡Hermanos!… —venía el hermano Antonio a decirnos— Olinda ha tenido un sueño, se le ha aparecido un ángel y quiere hablar con ustedes, hay un mensaje que ha recibido. Y nosotros, tontos, le creímos, así que fuimos. Y ahí fue donde Olinda se puso a llorar, a gritar, a patalear, no sabíamos que estaba fingiendo. Y comenzó a decir que se le había aparecido un ángel, y que ese ángel le había dicho que no entreguemos los rollos al hermano Ricardo y que, si queríamos una prueba de eso, que podíamos ir a ver al local de ahí, de Chorrillos, que el ángel había escrito el 666 con una crayola. Y nosotros nos fuimos en carro a ver. Y efectivamente vimos el 666: ¡¡Ya ven!!, ¡¡ahí el ángel ha escrito!! Y le creímos. Ese sueño falso fue parte que nos llevó a no entregarle los rollos al hermano Ricardo. Y entonces, cuando llegó el hermano Ricardo a recoger ya los rollos, porque ya tenía local, nos opusimos. Lamentablemente así se dieron las cosas. Yo, como les digo, no justifico —porque tengo culpa y sé que voy a rendir cuentas ante Dios—, me opuse también. ¡Claro! Tenía 17 años, era un mocoso, fácil de convencer. Esther también era joven.

Los hermanos Enrique del Pino y Esther Tasso. Foto tomada entre 1979 y 1980, cuando ya habían conocido al divino Maestro. Nótese el Corderito de Plata
Entonces, nos opusimos. Y yo fui uno de los que me le empalé al hermano Ricardo y no permití que se llevara los rollos. Y ahí fue que Córdova que se quedó con los rollos. Así fueron las cosas. Pensando de que… Porque ya, también ellos se encargaban: ¡El hermano Ricardo que va a tener tiempo de dedicarse a la Ciencia Celeste! ¡Él para trabajar! ¡Es un burgués… y que por acá. Y en ese momento hasta Córdova —ya antes de eso—, ya hasta había dejado de trabajar, ya no trabajaba en lo que era la joyería que tenía ahí en su casa. ¿Por qué? Porque el hermano Ricardo él era el que ponía la plata, él era el que ponía la guita, el billete.
—¡Claro!, el dinero. Y eso le gustó.
Entonces, ¿qué pasa? Que eso le gustó a Córdova, porque prácticamente el hermano Ricardo, al pasarle la manutención al hermano Luis, se beneficiaban ellos. Es como que los mantenía a todos. ¡Así, seamos claros! Entonces, Córdova ya no trabajaba en la joyería, incluso Olinda agarró y dijo: No, ahora el hermano Antonio se va a dedicar a la Ciencia Celeste, va a dedicarse exclusivamente a eso. Pero nosotros, tontos, no nos dábamos cuenta de que éste, ya había visto que la vida podía ser fácil. Ya no trabajaba ya, prácticamente lo mantenían. Entonces, se quedó con los rollos. Y después comenzamos a ver las cosas ya diferentes. Llegó una hermana, que era profesora y vendió su terreno, y lo vendió en una buena cantidad de dólares. Y fue un día —un día sábado ha sido, me acuerdo—, llevó la plata y lo puso en la mesa: Hermanos, acá traigo para que se publiquen los rollos, pero, con la condición de que se les dé [libros] a los hermanos para que ellos repartan. ¡Así!, desinteresadamente ella lo entregó el dinero, lo donó.
—Lo donó. Donó el dinero sin firmar nada… O sea, ¿quién iba a desconfiar de quién? ¡Se supone que se estaba hablando de Dios!
¡Claro!
—Y ella le entregó así, todo el dinero.
Le entregó la plata. Sí, le entregó el dinero. Entonces, contentos, felices… Allí es donde Olinda —ahí fue donde descubrimos la gran falsedad de todo esto— se emociona y le dice a la hermana Carmen Tasso: ¡¡Hermana!! —le dice—, acompáñeme a la panadería porque vamos a invitar un lonche a los hermanos porque le hermana a colaborado para la difusión de la Ciencia. Hasta ahí la escuchamos todos. Y de ahí se fue con Carmen a la panadería y, en el trayecto de la panadería, es que se le escapa a Olinda, la mujer de Córdova, y dice: ¡¡Hermana!! —le dice— ¡¡Acá hay mucha plata!!
—¡No! Le dice: ¿Qué tal si no hubiéramos inventado lo del sueño?
¡¡Acá hay mucha plata hermana!! ¿Qué tal si no hubiéramos inventado lo del sueño? Y Carmen se quedó lela, se quedó fría: ¡Pero hermana!, ¿cómo es eso?… ¡Eso lo del sueño pues hermana!, ¡lo del ángel!, ¡lo del 666!… ¿Qué, no era cierto? ¡No hermana! ¡¡Eso fue Antonio, que fue con el tío Gregorio en la madrugada, en su carro, y pusieron el 666!! [Antonio Córdova Quezada y Gregorio Córdova Padilla]. Y ahí es donde Carmen se quedó fría. Casi se cae, como decimos acá en Perú: Casi se cae patas atrás. Y ahí ya vino el desengaño. Entonces, Carmen comenzó a decirnos la verdad a todos. ¡Y no creían!, algunos hermanos no creían porque ya se habían anticipado, le contaron a Olinda y Olinda decía: No, que la hermana Carmen tiene sus pruebas, está hablando cosas —decían—. No le hagan caso, está mal de la cabeza… Qué no le hagan caso, ¿no?
—Sí. Que no le hagan caso. Está con sus pruebas esa hermana, no le hagan caso.
Y ahí fue donde yo empecé a increparlo a Córdova de la mentira que había pasado y que en verdad se le debió haber entregado al hermano Ricardo. Y ahí fue donde nos botaron a mí y a Esther. Los hermanos se pusieron en mi contra. Ella los manipuló.
—Como siempre. Ella siempre tenía esa costumbre.
Como siempre ha sido. Y al final me botaron a mí y a Esther. Y de ahí… Si todos me habían dado la espalda, prácticamente éramos los dos nomás, Esther y yo, y Carmen también. Pero más éramos nosotros, porque yo era el que más laberinto le hacía —mejor dicho—. Así que decidimos irnos y le dije a Esther… ya para ese entonces ya se habían publicado los libros. Entonces, éste, se quedó con la plata y publicó unos cuantos libros nomás.
—¡No! Solamente publicó el libro celeste, pero eso fue después.
No, fue por ese tiempo, porque ya se había publicado ya. Sino que, cuando la hermana le increpó también —ahorita quiero terminar de contar eso— de que nos repartiera, y él no quiso repartir, ahí fue donde la trataron mal y también al botaron. ¡A la que dio la plata! Porque ella dijo: Y hermano, ¿ya les entregaron los libros?: No. Se hacía el loco. Había mandado a editar unos cuantos nada más, no fue la cantidad…
—No, no.
Es como decir, si tenían que hacer —ponte un ejemplo—, unos 1000, ellos hicieron unos 100. ¿Lo demás? Se tiraron la plata. Entonces, como ella se dio cuenta le increparon y también la botaron. Y después nosotros, cuando ya nos enteramos del sueño, todas esas cosas, nos botaron. Y decidimos irnos pues. Y allí es donde él quiso hacer las cosas como les dio la gana. Comenzó a botar a todos. Comenzó con Juan Sicha, con Carmen Tasso, con el hermano Hidalgo. Al final se quedó solo. Entonces, ya no había nadie que le diga lo que se tenía que hacer, o las pautas que dejó el Enviado. Él amoldó todo a su capricho como a él le dio la gana. O sea, al que llegaba ahí, ya él le decía las cosas diferente a lo que el hermano Luis había enseñado. Entonces, ahí está en lo que acabó, en un templo. Ahí está, el templo que tienen ahí en José Gálvez 1775.

El local mencionado como templo en Av. José Gálvez 1775, Lince, Lima, Perú. (Crédito: alfayomega.pe)
—¿Puedes responder lo que pregunta la hermana Aria?
Y entonces ya no íbamos nosotros. Ya él comenzó ya a verlo de un punto de vista comercial, ya se dedicó más a ovniología [estudio de ovnis], ya no a la Ciencia Celeste sino ovniología: Primer Encuentro de Ovniología; Segundo Encuentro de Ovniología.

Afiche del Primer Congreso Mundial de Ovnis y Extraterrestres mostrado por Antonio Córdova Quezada. Agosto del 2003 (Crédito: Judith Pineda, Colombia)
Entonces, todo eso le daba plata porque él cobraba por ese congreso. Entonces, la gente pagaba y de eso vivía. Ya prácticamente él hablaba de la Ciencia solamente… por compromiso lo hablaba. Pero más le interesaba que vengan personas del extranjero a hablar de ovnis, de sus experiencias. Por ejemplo, venía gente de México, gente de acá también de Perú, gente de Francia, de Inglaterra creo, de España, de distintos países me parece. Se dedicaba a eso y a comercializar. Ya de ahí él hizo las cosas como le dio la gana y nunca publicó los rollos. Nunca los quiso publicar. Publicó esos cuantos que… Yo en un momento, cuando ya estaba… El hermanito ya había partido. Entonces, ellos [otros hermanos] habían escrito a máquina de escribir, porque en ese entonces había máquina de escribir. Entonces les pedí el file [hojas sueltas archivadas] porque le decíamos file a eso. Entonces, yo escribí los platillos voladores, comencé a escribir a mano. Y gracias a eso, por la voluntad de Dios, fue que yo les proporcioné a los hermanos para que publiquen. Gran parte de la Construcción de los Platillos Voladores lo escribí yo, de verdad, lo digo con toda sinceridad. Y ha sido también mi esfuerzo para que se pueda…. ¡Sin querer! Dios habrá querido que sea así para que puedan publicarse la Construcción de los Platillos Voladores… Imagínense. ¡Ya él comenzó a ocultar todo! ¡A no querer publicar! ¡Y no le interesaba pues!
—Ahorita me acaba de comunicar el hermano Daniel, que dice que Pepe [hijo de Antonio y Olinda] está hablando por su emisora y está diciendo de que no, que mucha luz ciega. O sea, justificando, que no van a sacar los divinos rollos. No lo van a imprimir.

Fragmento completo donde se menciona que la luz cega cuando llega antes de tiempo. Nótese que el tiempo lo dictamina el Padre. Rollo de parábolas: DEL POLVO ERES Y AL POLVO VOLVERÁS
¡Claro! No los van a sacar porque saben que, si ellos los publican todos, se les acaba todo pues hermanos. Todos los hermanos se van a ir de ahí, de José Gálvez.
—No, pero…
En ningún momento el hermano Luis nos dijo: Mucha luz ciega. Jamás nos ha dicho eso. Él decía que se tiene que publicar desde el primer rollo hasta el último rollo.
—O sea, la orden del divino Padre es publicarlos.
Lógicamente.
—Desde el primero hasta el último.
Ahora…
—Y que sea rápido, ya.
Así es.
—Las cosas del Padre tienen que ser instantáneas no se tiene que hacer esperar.
Porque dice que al Padre no se le hace esperar. Siempre decía eso.
—Siempre decía eso. Y también lo dice ahí en la Escritura.
En la Escritura también está. Y lo primero que hizo Córdova es hacerlo esperar al Padre.
—¡Lo está haciendo esperar!
Y lo sigue haciendo. Ahora está muerto, ¿y quien ha tomado la posta?, el hijo. Y el hijo sigue lo mismo que el padre. ¡Imagínense!
—Es que también está siendo manipulado por esa gente.
¡Claro!, ahora hay gente que está ahí, algunos por ahí me especulan que son parte de la masonería, brujos, ¡qué sé yo! Entonces, ellos lo que quieren es convertir a eso en una religión más. Son gente que están al servicio de… Me imagino del gran capital, o de las religiones. O… la masonería jamás va a querer —sí es así— jamás va a querer que esto se extienda porque es un conocimiento que viene a revolucionarlo todo, a cambiarlo todo. Ahora, imagínense. ¡Por culpa de Córdova, estamos enfrascados en eso! ¡Por la culpa de él, hermanos! Esta Ciencia ya se debió haber extendido hace tiempo. Y yo desde acá les digo: Yo desautorizo a toda la gente que está allá en José Gálvez 1775. Pueden decir lo que quieran, pero no van a cambiar las cosas. A mí jamás me van a decir lo contrario. ¡Qué me lo digan en mi cara frente a frente a ver! Ahora, ¿quién está a la posta ahorita? José, o Pepe, el hijo. Cuando yo estaba ahí él era un niño, tenía 10, 11 años. Se la pasaba jugando en la calle. Ni paraba. Es más, nunca estuvo en las reuniones que estaba el hermano Luis. Y si estaba él entraba subiendo arriba, se subía al segundo piso a sacar su pelota para jugar fútbol ahí en el parque. ¡Él jamás se interesó por la Ciencia Celeste! ¡Nunca! ¡Raras veces lo veía a él! Igual con su hermanito menor también jugaba, con Jorge. Entonces, él en realidad no ha visto, no ha estado presente cuando el hermano Luis hablaba de la Ciencia Celeste. Él se la pasaba jugando. O sino estaba en la escuela. Ahora, Córdova lo ha amoldado al hijo a su capricho, y han amoldado a todos ahí, porque ya ellos ya no lo ven como una casa de estudio o de conocimiento, no. Para ellos eso es un negocio. Ellos lo ven como un comercio. A ellos les llega altamente la Ciencia Celeste [no les interesa]. Les importa un bledo. ¿Saben por qué lo digo?, porque si fuera todo lo contrario ellos ya hace rato hubieran publicado todo. Y eso Córdova lo sabía. Yo incluso, antes de que me boten le digo: Hermano, tú tienes que publicarlo todo, si el hermanito decía eso: ¡¡Yo lo voy a hacer cuando quiera!! —me dice— ¡¡Porque yo soy el que está a cargo ahora de la Ciencia Celeste!! ¡¡Si no, lárgate de mi casa!! ¡¡O quieres que te bote!! Así, todo malcriado, y miren en lo que ha acabado. Ya el Padre se lo ha llevado y ahora ¿qué cosa es lo que ha dejado?, división entre los hermanos, ha estancado la Ciencia. Ahora, yo me voy a encargar de que eso no suceda. Yo voy a acabar con todo eso, de una u otra manera yo voy a llegar hasta el último, hasta las últimas consecuencias, porque esa Ciencia se tiene que publicar, y va a ser, tarde o temprano va a ser. Ahora, lo que yo les pido a todos ustedes es que me apoyen a presionarlos a todos ellos. No le crean nada a ninguno de ellos de lo que dicen porque mienten. Los únicos que podemos tomar una decisión con respecto a la Ciencia Celeste somos todos los antiguos. Ustedes no le pueden creer a la gente de Córdova porque ellos no han llegado… Nunca han estado. Eudelio [Martínez Quispe] y no sé qué otra cosa más. No conozco a esos hermanos porque yo nunca voy a su templo. Ellos no tienen ninguna potestad para decir las cosas porque ellos no han conocido al Enviado. Nosotros somos los testigos. Al único que le pueden preguntar es, también —no solamente a mí— a mí, a Facho, a Juan Sicha, al hermano Hidalgo, a Esther, a Carmen. A ellos son las personas a las que tiene que recurrir.
—Rosa, la hermana Rosa [Ramírez Hernández]. A la hermana Susana [Rosas].
A los hermanos que conocimos al divino Enviado. Los demás, ellos no cuentan para nada, no pintan para nada. Es más, Pepe y Jorge… —Bueno, Jorge ya ha fallecido— ¡Pepe está en la calle! ¡Él no sabe nada! Yo estoy seguro de que si yo me agarro en un dime que te diré, o en una conversación con él, yo estoy seguro de que él no sabe nada de la Ciencia Celeste. Tendrá cierto conocimiento, pero no me va a enseñar a mí ni me va a decir las cosas como fueron. Nosotros sí sabemos la verdad. Entonces, eso está mal llevado, por eso es que hay confusión y hay división. Entonces, la culpa no es de los que ellos llaman malamente, como Córdova nos decía: Los Disidentes. ¡Es la culpa de ellos!, ¡porque ellos han creado la división acá! Entonces, yo me voy a encargar, yo con Esther, y Carmen, y todos los hermanos que me apoyen, yo voy a acabar con esto, lo voy a hacer tarde o temprano, y eso ellos lo saben. A mí no me dicen nada porque saben que yo estoy en la verdad y tengo la razón. Solamente les pido a todos ustedes que me apoyen en esto, porque esto es algo grandioso, no tiene por qué estar así. ¿Qué necesidad tenemos de estar en esto? Esto ya debería expandirse, deberíamos dedicarnos a expandir esta Ciencia, es un conocimiento, ¡pero grandioso!
—Y lo más importante es la orden que dio el divino Padre. El divino Padre ahí ha dado una orden, y ellos han pasado por encima de la orden. Primero, lo robaron, lo secuestraron [los rollos] y no cumplieron con la orden principal que da el divino Padre que es editarlo. O sea, ellos están en rebeldía. O sea, ellos están tratando de no querer cumplir con la orden que ha dado el divino Padre de editarlos. Porque ese es el fin. El fin es editar esa divina escritura, que se expanda en todo el planeta, como es la orden del divino Padre. Y en realidad, si viene el apoyo internacional ya sería otra cosa, ya tendrían mucho más peso para poder presionar y hacer que se cumpla lo que está escrito y la orden del divino Padre, como debe de ser, que esto ya ha debido de ser editado. ¡¡Son 40 años!! [en el 2019]. ¡¡40 años de atraso!! ¡¡O sea, está atrasada 40 años!! ¡¡Ellos han lucrado 40 años con la Ciencia!!
Así es. Y quieren seguir haciéndolo.
—Y quieren seguir haciéndolo, y quieren seguir ocultándolo y mintiendo, diciendo mentiras. O sea, que ellos no creen para nada. ¡No les interesa el planeta! ¡No les interesa la orden! ¡No les interesa nada!
Y las cosas que están sucediendo.
—¡Nada les interesa!
Es más, se comportan como una iglesia común y corriente. Porque la Ciencia Celeste te enseña a defender tus derechos, te enseña la lucha social. La igualdad, la justicia.
—La igualdad, el comunismo.
¡Ellos no! —Lo común lo igualitario—. ¡Ellos no! Ellos viven por vivir. A ellos lo que les interesa es que vayan el domingo y les compren ahí. Les consuman sus tómbolas, sus parrilladas, polladas creo que hacen. No sé qué otras cosas hacen ahí. Eso es lo único que les interesa. ¡Ah!, y hacer sus congresos de ovniología, porque ahora creo que lo tiene José. ¡Nada más! ¡No les interesa publicar! ¡Les llega! Por eso que ahí me acaban de informar a través de Universo Colosal, que está hablando Pepe, que mucha luz ciega. ¡Así está hablando! ¡Por favor! ¡No me hagan reír!
—¡Quiénes son ellos! ¡Qué se cree! ¿Un padre solar para venir a decir que va a contradecir la orden del Padre?
Entonces yo digo… Entonces el hermano Luis hubiera dicho: Hermanos, ¿saben qué?, Yo he escrito 4000 rollos, pero no, no… ¡Ténganlos guardados!, ¡no los enseñe a nadie!
—¿Eso diría en su escritura?
¡Diría!… Nos hubiera dicho: ¡Mucha luz ciega! Entonces, no tiene sentido, ¿para qué va a escribir 4000 rollos?
—¡Imagínate!
Hay una contradicción ahí nomás. Es para que ustedes se den cuenta en la contradicción que ellos están, y están mal. Y lo peor es que son tercos. No quieren entender. No entienden razones.
—¡Están endemoniados Quique! ¡Eso ya no es terquedad! ¡Esos están endemoniados! ¡Están poseídos!
Ahora, ¡tenemos que desenmascararlos! Yo estoy en ese plan de desenmascararlos y esto va a llegar hasta el último. Hasta las últimas consecuencias lo voy a hacer. Dios me lo permita hacer, y lo voy a hacer hermanos. Se acordarán de mí. De todas maneras voy a llegar hasta el final. Y lo que quiero es apoyo de todos ustedes, que me apoyen en este reclamo hasta este divino conocimiento en el cual, sé que yo también cometí mi error, y hemos cometido todos los hermanos, pero las cosas se pueden rectificar. Lamentablemente yo era un mocoso, un adolescente de 17 años que me dejé convencer de Córdova. Si yo hubiera tenido más edad a mí no me la hacen. ¡No me la hacen! Lo pongo en su sitio al toque y no hubiera permitido que se quede con los rollos. Pero bueno. Ya las cosas sucedieron, fue nuestra prueba, tendremos que rendir cuentas todos. Todos los antiguos vamos a tener que rendir cuentas en lo que nos hemos equivocado. Pero ahora lo importante es rectificar esto hermanos, y les pido el apoyo de todos ustedes hermanitos.
—Mira, aquí el hermano te pregunta: Para quién es la prueba, ¿para Lince o para nosotros? Acá lee:
Acá estoy leyendo una pregunta de la hermana Aria Lafi: Entonces, cuando le preguntamos a los hermanos de Lince, de porque no han publicado los rollos restantes y ellos no nos contestan, o evaden las preguntas, para quién es la prueba, ¿para ellos o para nosotros?… ¡Claro!, La prueba, tanto es para ellos como para nosotros. Pero más para ellos, porque ellos son los que tenían que haberlos publicado, porque ellos tienen en su poder…
—¡Usurparon! Usurparon un lugar que no les correspondía…
¡Claro!, pero ellos tienen los rollos pues.
—¡Robaron los divinos rollos! Y al menos que lo publiquen. Cumplir con la publicación.
¡Claro! Ahora la prueba de nosotros es que insistamos en que ellos tienen que publicar. Pero quienes tenían que publicarlos eran ellos, porque ellos lo tenían en su poder.
—¡Claro! Ellos los robaron.
Diferente hubiera sido si nosotros hubiéramos tenido los rollos. La prueba era para nosotros.
—¡Claro! Porque los robaron pues. Los tienen porque los robaron.
Y la responsabilidad también hubiera sido para nosotros. ¡Caramba! Si yo lo hubiera tenido en mi poder, hermanos, créanme. ¡Qué voy a caer en eso sabiendo que es algo divino! He tenido tantas experiencias que ya se las he relatado en varios videos, ¿y voy a ocultar? Yo jamás lo haría. Yo al toque. Lo primero que me vendría: ¡No hermanos! ¡Vamos a publicar! Porque yo sé. Tengo en mi mente… Soy consciente de que yo tarde o temprano —y todos nosotros—, vamos a morir y vamos a rendir cuenta. De algo está Córdova arriba rindiendo cuenta. A ver, ¿de qué le sirvió? Lo único que ha hecho es atrasar, darle la contra a Dios. Si yo lo hubiera tenido en mi poder, ¡hace rato que lo hubiera publicado todo! Y cualquiera que me hubiera dicho: Hermano, quiero este rollo, quiero publicarlo… ¡Ya hermano! ¡Ahí está! ¡Vamos a publicarlo hermano! Y pásaselo a otro, y tú pásaselo a otro y otro, así. Esa es la recomendación que nos daba el hermano Luis.
—¡Claro! Que se editara inmediatamente. Que se publicara desde el primero hasta el último. Y que teníamos que ser instantáneos. Para el Padre había que ser instantáneos. Por la orden y mandato que Él daba.

Palabras del divino Maestro donde menciona que hay que ser instantáneos para con lo de Dios. (Cassette 5, lado B, minuto 21:22 Escuchar)
¡Claro! Y que teníamos que pasárselo a otro, y ese a otro, y así sucesivamente, porque esto viene para todo el planeta. Es todo lo que yo le puedo comentar hermanos. Apóyenme en esta gran cruzada que es para reclamar los rollos —en el reclamo me refiero— que me apoyen para poder recuperar esos rollos, y los vamos a hacer hermanos. Yo sé que con la ayuda de todos ustedes las cosas van a salir bien. Yo tengo la confianza hermanos, yo sé. Y cuando algo me entra a mi mente, yo sé que es por obra y gracia del divino Padre. Los vamos a recuperar hermanos, todo se va a hacer a su debido momento. Ahora, como lo vuelvo a repetir: Apoyo hermanos, apóyenme en este reclamo, es justo. No hagamos esperar al Padre hermanos, porque acá todos estamos comprometidos. Basta que nos hayamos enterado de la Ciencia Celeste, tenemos que ser los primeros en defender al Padre, porque el Padre también nos está probando, no solamente a mí, a todos nosotros. Bueno hermanitos, es todo lo que les puedo decir, me despido de ustedes y les agradezco por su amable atención, que Dios los bendiga a todos, los amo a todos y que tengan muy buenas noches hermanitos. Hasta cualquier momento, ya en cualquier momento voy a hacer otro video, con Esther quizás conversando, y hacer otros comentarios. Vamos a ir tomando cuenta de otras experiencias que hemos vivido con el hermano Luis.
—Falta todavía contar otras cosas.
Ahí un fuerte apoyo para todos ustedes, para todos los que están acá, que me han mencionado. Sus nombres… igual al hermano Marcos Damián Valencia, que él incansablemente me apoya, igual que el hermano José Sáenz. A él también, todo. La hermana Heidi, ahí veo a la hermanita Arias Lafi y varios hermanitos que están por ahí, a la hermana Alicia, Paco Flores, Felipe Ignacio Nieto, Senair Tasso. Bueno, todos aquello que me están apoyando y me están viendo a través de este video les mando mis saludos. Todos ustedes, de una u otra manera están trabajando y colaborando para las cosas del Padre. No para mí. Ustedes lo están haciendo para el Padre, así como yo también lo estoy haciendo hermanos. Estoy dispuesto a colaborar en todo hermano, en lo que se refiere a recuperar la Ciencia Celeste. Como les vuelvo a repetir, quiero apoyo, apoyo en el reclamo hacia los rollos a José Gálvez 1775 hermanos. Es todo lo que les puedo decir. Bueno, espero que les haya gustado hermanitos, que tengan muy buenas noches y hasta cualquier momento hermanos. Los saludamos, Esther también. Esther, despídete de los hermanos.
—Sí hermanitos, ya nos estamos despidiendo y en cualquier momento nuevamente continuamos con las experiencias que hemos vivido con el divino Enviado de Dios.
Y vamos a hacer otros videos también, más adelante.
—Que Dios los bendiga y esperamos volver a escucharnos y vernos.
Ya hermanitos, hasta cualquier momento hermanos. Saludos, y que el Padre los bendiga a todos.