
CIENCIA CELESTE PERÚ

La hermana Carmen Tasso, aproximadamente en 1977, cuando tendría entre 36-37 años de edad, y quien vivió alrededor de 2 años en casa de Antonio y Olinda. Carmen Tasso fue quien internó al divino Maestro en hospital Cayetano Heredia para su tratamiento, donde trabajaba como enfermera
Entrevista a la hermana Carmen Luz Tasso Clímaco
Huacho 16 de julio del 2012
Por la hermana Judith Pineda (Colombia)
—Judith Pineda: Bendito y alabado sea nuestro divino Padre Creador. Nos encontramos con la hermana Carmen Tasso, ella es una hermana estudiante de la Ciencia Celeste o divinos Rollos Sagrados del Cordero. La vamos a entrevistar con el permiso de nuestro padre Creador, hoy julio 16, lunes, del año 2012, en Huacho, una provincia de Perú que se encuentra a 3 horas de Lima. Estamos a las orillas del mar donde la hermana se encuentra en estos instantes. La entrevistamos porque ella conoció personalmente al divino maestro Jesús o el Enviado del divino Padre, el Creador, que en la prueba de la vida se llamó, en su reencarnación, Luis Antonio Soto Romero, cuando Él escribió los divinos Rollos Sagrados del Cordero. Un saludo hermana.
Carmen Tasso: A los hermanos de Colombia.
—Y de toda la Tierra.
Carmen Tasso: Y de toda la Tierra hermana. En estos momentos saludo cariñosamente a todos los hermanitos de Colombia que están escuchando, están sabiendo, en el nombre del divino Padre, que los bendiga por todo el trabajo que ellos están haciendo allá en Colombia, con mucho cariño, bendiciones del Padre.
—Hermana, queríamos que con sus mismas palabras usted nos narre cómo usted conoció al divino maestro Jesús y sus experiencias que tuvo con Él.
Carmen Tasso: Ah, ya. Bueno, eso… Yo conocí al divino Maestro… Ha sido por el año 75-76… 76 más bien, 76 al 77. Bueno, yo estaba pasando por unas pruebas muy fuertes y en ese tiempo salió en el periódico acerca de un niño —en ese entonces tenía doce años—, que había venido de la India y que estaba haciendo curaciones por medio de imposición de manos y que había curado a muchas personas. Entonces, como yo me sentía mal y quería sanar de todas esas pruebas que estaba pasando, fui a verlo. Cuando fui a verlo había pues una cola muy grande, muy larga, de gente que esperaba para que también sean sanados. Y como yo estaba esperando, ahí en esa cola de gente —más o menos habría pasado una hora que estamos esperando—, y salió la mamá del niño y dijo que ya no, no iba a curar porque… No sé, había tenido algún percance y no se iban a poder llevar a cabo las curaciones. En eso que estaba ahí esperando escuché, detrás mío, que había personas, dos jóvenes [Humberto Hidalgo y Ernesto Facho] — que estaban hablando de una revelación que había venido al Perú. Y ellos decían que esos rollos hablaban de Dios y el que los escribía era un hermano que decía que era el Hijo de Dios. Estaban ellos conversando y yo al escuchar eso me interesé y les pregunté, les pregunté de qué hablaban, que revelación era esa y qué dónde se encontraba, y que si yo también podría ir a verlo. Entonces ellos me dijeron que sí, me dieron la dirección. Entonces, al terminar yo ahí —porque ya todas las personas que estaban esperando cada una se fue— entonces yo de ahí nomas partí y me fui a la dirección que ellos me dieron. Entonces llegué a la casa, estaba preguntando, llegué y me recibió ahí el hermano Antonio con la hermana Olinda. Y yo les pregunté y les dije que me habían dado esta dirección, de que ahí había llegado una revelación (ininteligible) escribía unos rollos que hablaban de Dios. Y ellos me dijeron: Sí, sí, es verdad —así dijeron—. Y me hicieron pasar y me dijeron tome asiento, espere un momentito, vamos a llamarlo al hermano. Así que ellos le avisaron y estuve esperando allí unos 10 minutos más o menos. Y bajó el hermanito, bajaba un hermano. Era invierno, estaba… Bajaba con su ropa de invierno, su chompa, su gorrito, un gorrito de lana, y con muchos rollos en el hombro, los bajaba por la escalera y me saludó, me dijo: ¡Hermana, buenas tardes! Yo le escuche la voz como de un niño. La voz así… Bueno, nos saludamos, yo también. Y muy contento, muy alegre el hermano, sonriente. Así que Él me dijo así: ¿Usted ha venido a ver la divina revelación? Sí hermano… Le conté que, en donde había estado y que me habían avisado… Así que extendió una manta en el piso y empezó a extender los rollos. Y cuando yo vi los rollos me emocionaron. Eran rollos muy hermosos (ininteligible), los dibujos que nunca había visto, del universo, pero hermosos. Y fui mirando los colores, todo. Y ahí me fue explicando, explicando, y pasaba uno, tras otro, otro, otro… Habría bajado pues unos 100 o 150 rollos (ininteligible) que Él me iba explicando. Pero yo conforme me iba explicando era que… Me sentía como trasladada en otra dimensión y no me daba cuenta del tiempo, del tiempo que transcurría, pero cuando ya me di cuenta de la hora creo que ya eran como las 9:00 de la noche. Yo habría llegado pues como a las 3:30 ó 4:00. Ya había pasado horas, cuando me doy cuenta ya eran cerca de las 9:00 de la noche. Y es que me sentí muy contenta, me sentía tranquila y sin darme cuenta de todas las pruebas que estaba pasando, como si todas las pruebas se hubieran borrado, se hubieran ido.
—¿O sea que se curó?
Carmen Tasso: Como que me curé en ese momento. Pero ya después, llegando a mi casa otra vez las pruebas volvieron. Y así. Entonces yo desde ese día nunca más deje de ir… Todos los días, porque cuando iba ahí me olvidaba de todo, de todas mis pruebas que estaba pasando y me sentía tranquila. Y cada día aprendía más, y más, y más. Así que para mí era como tomar algo tan refrescante que me hacía sentir bien. Y regresaba, regresaba, y regresaba. Hasta que un día el hermano Luis, el Enviado del Padre —en ese tiempo le decíamos hermano Luis porque nosotros le preguntábamos cómo le decimos: Hermano Luis —decía Él—.
—¡Ah!, ¿Él mismo decía que le dijeran hermano Luis?
Carmen Tasso: Sí, hermano Luis. Así que le decíamos hermano Luis.
—Un ratito hermana…
Carmen Tasso: Así que un día Él le dijo a la hermana Olinda: Hermana Olinda ¿ya le ha dicho usted a la hermana Carmen lo que le dije? La hermana Olinda dijo: ¡Ay hermano Luis, me había olvidado! Pues el Padre ha dicho —me dijo—, pues el Padre ha dicho que si usted quiere puede quedarse a vivir acá. Pero yo para dentro, muy dentro de mí, en mis adentros, siempre me conversaba yo a mí, siempre me decía: ¡Cómo quisiera quedarme a vivir ahí para poder escuchar las enseñanzas en todo momento y pudiera aprender más! Y cuando me dijo eso, de que el Padre había dicho que si yo quería podría quedarme a vivir ahí, Él ya había hablado con la hermana Olinda, y la hermana Olinda le había dicho que bueno, porque la casa era de ellos, de la hermana Olinda y del hermano Antonio. Así que se supone que el hermanito Luis ya le había dicho a él, a ella, que yo podía quedarme a vivir ahí, porque el Padre había dicho que si yo quería podía quedarme. ¿Y por qué? —dije yo—, sería porque yo siempre quería en mi interior y decía: Cómo quisiera quedarme a vivir ahí, para escuchar todos los días, para ver los rollos, para estar al lado del hermano Luis recibiendo sus enseñanzas. Cuando me dijo eso para mí fue una alegría muy grande. Y me quedé sorprendida y dije, pero… ¿O sea que el Padre me ha escuchado —dije— lo que yo he estado pidiendo?
—¿Cuánto tiempo había transcurrido?
Carmen Tasso: ¿De eso? más o menos un mes. Porque yo iba todos los días. Entonces de ahí dije: ¡Ya!, ¡me quedo! Así que como yo trabajaba y yo sola me mantenía, en ese entonces trabajaba y me mantenía. ¡Bueno!, me quedo.
—¿Y cuantos años tenía usted?
Carmen Tasso: Yo tenía en ese entonces 35 años. 35 a 36, más o menos por ahí. O sea que así sucedió que me quedé ahí. Me quedé… A ver… Me habré quedado pues año y medio, cerca de dos años, hasta que el hermano Luis partió.
—¿Y qué acontecimientos transcurrieron mientras usted estuvo ahí?
Carmen Tasso: Acontecimientos, que le podría decir… Uno de ellos que… había otros acontecimientos que… Bueno, los voy a ir narrando poco a poco.
—Sí.
Carmen Tasso: Uno de ellos era que, cuando el Enviado del Padre o hermano Luis estaba… Hermano Luis le voy a decir ahora porque en ese entonces le decíamos hermano Luis. Así nos tratábamos. Él nos decía hermano, hermana, y nosotros le decíamos hermano, hermano Luis. Un día yo subí para llevarle un vaso de jugo de naranja al cuartito donde Él… Le habían dado esa posada ahí, el hermano Antonio y la hermana Olinda le habían dado un cuartito en la azotea, un cuartito prefabricado. Ahí Él vivía.
—¿Cómo es prefabricado?
Carmen Tasso: O sea, hecho de madera, de madera simple, que lo fabrican, y ahí lo ensamblaban, en la azotea, y que lo habían construido así. Él ahí escribía y ahí descansaba, dormía.

El antiguo cuartito del divino Maestro en el tercer piso de Francisco Lazo 1939-J, Lince, Lima, Perú
Entonces yo fui llevándole un día a su cuarto —ahí donde Él escribía y donde dormía—, un vaso de jugo, jugo de fruta, así que lo vi que estaba escribiendo. Estaba ahí como toda persona normal que escribe, escribía los rollos de forma normal como toda persona escribe. Entonces yo me acerqué a ver, porque también estaba con sus colores, todo, y estaba haciendo los dibujos, partes que escribía, después agarraba y empezaba a dibujar. Entonces yo me quedé mirando como escribía. Se ponía una regla larga, bien grande, para escribir derechito y a ras de la regla escribe. Estaba normal, tranquilo, y le salía la letra bien derechita, perfecta, porque también se guiaba por la regla. Y ahí yo le pregunté y le digo: ¡Qué hermosos colores que lindos dibujos!, ¿y cómo hace usted para dibujar tan bonito? —le decía al hermano— ¡Ah!, me empezó a contar, me dijo: Estos colores, estos dibujos a Mí me hablan, me conversan, son vivientes, lo mismo que los colores se expresan. Yo no entendía y decía: Pero, ¿cómo los colores le hablan? Y dice: Estos dibujos están en el universo, es como una pantalla —me decía Él— es como una pantalla y ahí están estos dibujos, estas geometrías y yo los plasmo en los (ininteligible) pero que los dibujos del universo —que Él los veía en el universo, los visualizaba—, Él los dibujaba en el pergamino. Y Él decía que todo era viviente y que los dibujos se expresaban y le conversaban lo mismo que los colores. Yo en ese entonces todavía no podía comprender. Pero con el tiempo, conforme fue pasando (ininteligible) también muchas experiencias que me ayudaron a comprender más. Lo que no comprendía en ese momento fui comprendiendo. Eso fue lo que Él me transmitió, de cómo Él escribía y cómo dibujaba, que todo le hablaba, todo era viviente todo se expresaba. Y después de eso también Él me contaba que cuando Él —por decir—, iba, y se hacía su aseo y se lavaba, entonces el agua que caía del caño, en el lavatorio, se hacían unas burbujas, y que ahí en esas burbujas —en una burbujita de agua—, dice que ahí se le presentaba el divino Padre Jehová —en una burbujita—, y le decía: ¡Hijo, Hijo! —lo llamaba—. Y Él le decía: ¡Padre!, ¿dónde está Usted que no lo veo? ¡Aquí, aquí! —le decía— ¡Mira!, en esa burbujita de agua, ahí estoy. Pero el hermano Luis le decía: ¡Padre!, ¿cómo usted está ahí tan pequeñito? —le decía—.
—¿Y qué contestaba el Padre?
Carmen Tasso: El Padre le decía que Él era también pequeñito. Y después le decía: Ahora mira en el cielo, en el universo. Y ahí lo veía ya como un sol inmenso y que se iba haciendo más grande, más grande y que cubría todo el universo, que ya no se veía. Y que a veces también, cuando Él estaba escribiendo los rollos, el Padre le hablaba y Él decía: ¿Dónde está Padre? Y estaba en la punta de su lapicero. Todo eso nos contaba Él, sus experiencias que Él vivía con el Padre. Un día también, yo estaba conversando con Él… O sea, el hermano Luis nos estaba hablando de la divina revelación y bueno, nosotros también estábamos escuchando y preguntando. Y ahí ya caía… Le daba un poquito los rayos del sol. Entonces no sé, entraba por alguna ranura, ventana (ininteligible) entraba un poco de los rayos del sol, y le daba un poco en el rostro. Entonces yo empecé a ver que de sus poros había como escarcha. Y yo pensé, me dije: Seguramente el hermano Luis habrá estado agarrando la escarcha, y con su mano se rascaba la cara y le habrá quedado la escarcha—. Pensaba que era la escarcha. Pero después, mirando bien, eran de sus poros, de su rostro, que cuando daba el sol, brillaba. Eso fue lo que a mí me llamó a atención, porque después también leí en los rollos que de sus poros salía luz, y brillaba, y que eso estaba en germinación, y que cuando Él venga después brillará mucho más. Pero que ese brillo ya estaba comenzando desde entonces, estaba en germen —después he leído eso, entonces yo relacioné— en ese entonces, cuando yo vi su rostro y pensaba que se había agarrado el rostro con la mano de escarcha. Esa es otra experiencia que puedo yo expresar. Ahora, otras experiencias también que viví estando el hermano Luis ahí, porque yo dormía en la sala, en un sillón, así como este, un poco más grande, en la sala, esa era mi cama en la noche, en el día pues iba a trabajar, en la noche yo agarraba mis cositas y ahí me acostaba, y ahí dormía. Y el hermano Luis dormía en el tercer piso en la azotea, y la hermana Olinda y el hermano Antonio en el segundo piso tenían sus habitaciones. Entonces, siempre, como estaba ya amaneciendo, entre claro y oscuro, como yo tenía que trabajar y levantarme temprano, yo tenía que salir como a las 6:00 de la mañana, 6:30 ya tenía que estar parándome y alistándome para tomar desayuno y luego salir a tomar el carro, porque el viaje también era un poco largo hacia el hospital del Rímac. Entonces, lo que pasaba era que de repente yo estaba —estaba despierta, pero a veces con los ojos cerrados y pensando que ya tenía que levantarme para ir a trabajar—, y lo que me pasaba era que, en esos momentos que estaba así, pensando que ya tenía que ir a trabajar, y ya empezaba también a dar gracias a Dios por la noche que había pasado y dando gracias a Dios por el día que empezaba. Y me pasaba pues… que me sucedió… En ese momento estaba así, veía que todo desaparecía, como que desaparecía el techo de la casa, desaparecía todo. Y de repente yo me encontraba como en otra dimensión, algo me pasaba… Estaba ahí, y de repente yo me encontraba, me veía como que estaba así, en lo alto, como que estaba flotando allá en otro… En otro planeta, porque yo veía otro planeta, yo veía cosas que nunca había visto, y empecé a ver como que era un planeta que, en esos momentos yo estaba así, como suspendida y miraba todo, o sea no había límites para mirar, porque me encontraba que miraba para atrás, para adelante, para todas partes, y no había límite en mi visión. Y veía ese planeta, con unas construcciones en formas circulares y que brillaban. En ese momento, como ya estaba amaneciendo, como que recién salían los rayos del sol y en ese momento estaba… Porque yo estaba pensando que ya tenía que levantarme a ir a trabajar y me pasaba eso. Y pues, me encontraba en esa situación, que estaba mirando y veía unas geometrías de construcciones circulares y brillantes, como que era metal plateado, una geometría muy hermosa que nunca había visto. Y como en ese momento estaban saliendo los rayos del sol, que daba unos rayos dorados hacia ese metal, esas construcciones, y eso reflejaba una luz hermosa. Y de ahí veía pues que había… Como decir la movilidad no era como acá, la movilidad era que iban como aviones o como naves que flotaban arriba, no tan alto, pero iban por el aire, no iban por la tierra, por el piso. Pero yo estaba en un lugar donde estaba observando todo eso, mirando, estaba suspendida mirando. Y me pasaban así esas cosas que yo en ese entonces no comprendía.
—¿Y nunca le preguntó al maestro nada de, por que le sucedía eso?
Carmen Tasso: Sí le pregunté. Me dijo que sí, todo eso existe —me dijo— (ininteligible) las dimensiones se han abierto —me dijo—. Pero después, leyendo la revelación ya comprendí, porque el Padre dice: Donde Tú estás las dimensiones se abren. Y era porque yo estaba abajo y el enviado del Padre estaba arriba. Entonces a Él le sucedía todo eso. A Él se le abrían las dimensiones, y como yo estaba viviendo ahí, también veía parte de eso. Entiendo, comprendo que era sobre las dimensiones. Después, en otras ocasiones veía también igual. Me pasaba que todo desaparecía y veía como que se abría otra dimensión y de repente veía a seres muy altos, casi gigantescos, hermosos, mujeres muy hermosas, con sus mantos, todo así de colores, que lindos, que me miraban de arriba. Y yo estaba así echada en el sillón, donde dormía (ininteligible) cuando ya tenía que levantarme a esas horas. Y yo las miraba (ininteligible) ¡qué lindo! (ininteligible) que todo se abría y que de arriba me miraban, seres gigantescos… y miraban. Y el hermano Luis decía: Sí, pues, porque de otros planetas gigantescos los miran a los de la Tierra —decía— con lupa nos miraban, nos observaban.
—¡Ah!, le mostró todas esas experiencias.
Carmen Tasso: ¡Claro! Me mostraba las experiencias que yo veía para que las comprendiera. Entonces, yo entendí de que, cosas que yo no entendía, Él me las mostraba para que yo las comprendiera. Y así lo entendía mucho más porque lo comprendía en una forma total, en una forma como se dice del todo sobre el todo, que estaba viviendo ahí y pasaba. O sea, molecularmente lo entendí porque me lo mostraba. Después, en otra ocasión también yo estoy así [inclina su cabeza] todavía yo pensando que me voy a levantar, y estoy mirando el techo, estoy mirando así, como que estoy pensando, mirando, y de repente ¡todo se abre! Y empezaba a (ininteligible) veía pues las aguas, que el agua no caía de arriba para abajo, sino veía que el agua subía para arriba y no se caía el agua. El agua así, como ríos. Eran como ríos que subía el agua, y no se caía. Y yo miraba: Pero, ¿cómo?, que raro que no se cae el agua y como sube, no hay para subir—. Y el hermano Luis nos contaba y nos decía pues, que las aberturas del agua. Y yo me sentía: Pero ¿cómo?, el agua no baja, el agua sube—. Así yo veo que está subiendo, no bajando. Me dejaba confundida.
—Cómo el agua iba a saludar al divino Maestro.
Carmen Tasso: Sí. El agua subía y no bajaba. ¿Cómo subía y no se caía?
—¿O sea que el agua también se dio cuenta que el Maestro había llegado y nosotros no?
Carmen Tasso: Seguramente. O era pues como Él me mostraba también lo que hablaba de las aberturas de las aguas que yo no lo entendía. En cambio, cuando ya lo veía como era, ahí podía comprender.
—¿Y Él le decía que era de las aberturas de las aguas o…?
Carmen Tasso: Si pues. Decía que son las aberturas de las aguas.
—¡Ah!
Carmen Tasso: Y así cosas que también yo pensaba. Y cuando subí, un día, y el hermano Luis me decía que… Me hablaba del Padre Jehová, de la Trinidad, y me decía que son tres personas distintas pero un solo Dios. O sea que estaban unidos en pensamiento y que estaban juntos. Muchas cosas que no entendía. También cuando Él hablaba de que son uno, que el Padre estaba… ¡Ah!, decía que: El Padre habla dentro de Mí. El Padre —decía— está dentro de Mí y Él me habla. Y yo decía: Pero ¿cómo el Padre va a estar dentro de Él?, ¿cómo no lo veo?
[Risas]
Carmen Tasso: Entonces, yo me quedaba pensado (ininteligible). Yo decía: Pero ¿cómo será? —decía— ¿cómo es esto?, ¿cómo está dentro del hermano y de ahí le habla? —decía yo pensando—. Entonces un día, cuando Él estuvo mal, entonces yo lo llevé al hospital, entonces yo lo estaba cuidando en el hospital y me quedé sentada en el sillón, y acá estaba Él, recibiendo suero, y me senté a su lado para cuidarlo, para ver que todo estuviera bien, que esté pasando el suero y todo.

El Hospital Cayetano Heredia, donde el divino Maestro fue internado en 1978 (Crédito: www.andina.pe)
Entonces yo me siento y me pongo a leer, y había llevado el Nuevo Testamento, chiquito nomas, un libro pequeñito, y estaba leyendo ahí en la luz. Todo apagué porque ya serían las 3:00 de la mañana o las 4:00. Y tenía una luz pequeña aquí atrás que alumbraba y estaba leyendo, hasta que pasen las horas y no dormirme.
—¿Una luz eléctrica normal de la Tierra?
Carmen Tasso: ¡Claro! Normal de ahí del hospital. Entonces estaba leyendo para no dormirme porque tenía que hacer ronda, ver a todos los pacientes, pero también me daba mi tiempo para poder verlo al hermano Luis que estaba recibiendo ahí también su suero. Entonces estaba leyendo y me quedé (ininteligible) cuando en esos momentos yo sentía como un mareo que daba así [gira sus manos alrededor de su cabeza], empezaba a dar vueltas, vueltas. O sea, al principio daba vueltas. Y como que salió mi cuerpo, salió mi espíritu de mi cuerpo. En ese momento así, en una forma rápida, brusca, como si algo me jalara, salí. Y yo dije: ¡Qué! ¡Me voy a chocar con el techo! Tuve miedo y me hice así [se cubre la cabeza con las manos]. Y me quedé suspendida ahí y dije: ¡Ah! Y me acordé de las enseñanzas que el hermano Luis nos daba a diario. Y Él decía que todo se daba a la velocidad del pensamiento, así como uno pensaba, así se daba. O sea, yo ahí mismo apliqué todo lo que Él nos enseñaba, nos (ininteligible). Y me he quedado suspendida ahí porque yo he pensado que voy a chocar ahí. Entonces, yo tengo que pensar que voy a pasar, y pasé, como el hermano Luis nos había enseñado todo eso. Y en cuanto yo en ese momento pensé que iba a pasar, pasé. Entonces dije: ¡Ah! Entonces Él me está dando una enseñanza, de que todo lo que Él nos está enseñado así se da (ininteligible) Decía que: Todo se da a la velocidad del pensamiento, y así como uno piensa se da. Entonces… ¡Qué se cumplió! Porque yo pensé que… Primero pensé que iba a chocar y me quedé suspendida. Después pensé que yo podía pasar y pasé. Pasé y me fui a toda velocidad, así que yo no quería tener límites, quería irme.
—O sea, tuvo fe.
Carmen Tasso: Sí. Quería conocer más allá. Entonces me fui como una flecha, me fui volando. Sentía el aire que pasaba por mis oídos, por mi cabello, por mi rostro, por mis pies. El aire ¡Zuz! Me fui y de ahí vi como una montaña. En un 5, como decir en un abrir y cerrar de ojos llegué a esa montaña, de ahí me paré. Entonces me paré ahí y empecé a mirar todo porque dije: ¿Dónde estoy?, ¿qué sitio es este?, ¿adónde he venido a parar? Pero no tenía miedo, sino tenía ansias de conocer, por saber porque estaba yo ahí y porque había llegado yo ahí, y no sabía. Y empecé a mirar el cielo, y el cielo era hermoso, se veía hermoso. Se veía como que estuviera cerca, muy cerca, lleno de estrellas. Había una luna llena inmensa. La luna se veía más grande, las estrellas también grandes, inmenso, como que todo estaba más cerca. Porque cuando yo estaba en el hospital —antes de que me sucediera eso—, el cielo estaba estrellado, el cielo estaba limpio, había luna llena. Se veía por ahí, por las ventanas del hospital del cuarto donde estaba el hermano Luis. Pero en ese momento, que me sucedió eso, y que yo fui sacada y llevada, se veía mucho más grande todo, como si estuviera más cerca. Entonces yo dije: ¿Dónde estoy? Estoy en un sitio donde está más cerca del cielo —pensé—. Entonces, de ahí empecé a mirar todo, a observar, no quería que se me escapara nada. Y miraba el cielo y veía: ¡Qué luna tan grande, que hermosa, y las estrellas también! Me quedé anonadada mirando todo, que hermoso, el cielo azul, todo iluminado, y una luna plateada, inmensa. Y en eso que estoy mirando veo que detrás de la luna va saliendo otra luna, así como si fuera un eclipse, idéntico (ininteligible). Salía, salía así, se despegaba como si fuera otra luna, igualita. Y ¡Pum! Se despegó. Y empezó a bajar, pero todo era tan veloz. Empezó a bajar, y en un abrir y cerrar de ojos estaba yo… Yo decía: ¿Qué cosa es, otra luna? —pensaba yo—. Como había escuchado las enseñanzas del hermano Luis, que en otros planetas había dos lunas, había cuatro lunas y así. Y yo dije: ¿En qué planeta estoy dónde hay dos lunas? —pensé yo—. Pero cuando siguió avanzando y bajando dije: No, no es una luna, ¿qué cosa es?, ¿una nave? —dije— ¿una nave? Y me quedé mirando, y me alegré tanto y dije: ¡Ah!, ¡voy a conocer una nave!, ¡quiero subir en esa nave! —pensaba yo para conocer—. Y después ya sentía más cerca y ya no era una nave, era una mariposa, parecía una mariposa gigantesca, iluminada. Dije: ¡Qué!, ¿o será una nave en forma de mariposa? —pensaba—. Y cuando en eso que estoy pensando… ¡Y ya pisa tierra! Y baja y había sido un ángel. Un ángel hermoso, hermoso… gigantesco. Yo lo vi, así como si estuviera a tres metros o dos metros a distancia. Entonces yo dije: ¡Qué!, ¡qué criatura tan hermosa! Y con sus alas así inmensas, que bajó así, y las puso para atrás —sus alas—, y cuando ya las puso para atrás desaparecieron sus alas. Desaparecieron, pero la criatura era hermosísima. Era un ángel, primero. Primero era un ángel, hermoso. Y yo me he quedado tan, tan asombrada, tan anonadada de ver una criatura tan hermosa que en mi vida había visto y que no existe. Para mí no existe. Solamente podría —ni aun así—, en figuras, en retratos que ponen, que los pintan. Y entonces yo me quedé tan emocionada que me quedaba mirando, yo decía: ¡Qué hermosura, ¡qué belleza! Y le miraba todo para ver, estaba sin zapatos y sus pies eran tan hermosos, todo era hermoso. Y en eso de su cuerpo empieza a salir —así también igual como un eclipse, como cuando la luna se despegó y salía otra luna—, igual de su cuerpo empezó a salir otro ser. Y ¡Pum!, se despegó. Y era otro ángel hermoso (ininteligible). Entonces yo dije: ¡Qué!, ¡cómo!, ¡no entiendo!, ¿cómo puede de su cuerpo salir? ¿cómo ha salido? —decía yo mirando—. Entonces me dice —telepáticamente en mi mente—, me dice: Es mi compañera. Entonces ahí yo comprendí que las cosas que el hermano Luis me hablaba, y que yo no comprendía, ahí pude comprenderlas. Ahí recién comprendí. Comprendía como diciendo molecularmente. Viéndolo y ya no… Sino visualizándolo y viéndolo. Todo eran sensaciones en sentir. Ahí uno siente. Todo se transmite por el sentir y con la telepatía. Pero más que nada es el sentir. En que tu sientes y eso es como si te hablara, ya no necesitan que te digan nada, tú lo sientes y te lo dicen tranquilos. Esas fueron las experiencias que más como que… Las cosas que yo no entendía estaban en experiencias que yo vivía personalmente.
—¿O sea, las experiencias astrales que le mostró el maestro Jesús?
Carmen Tasso: Me mostraba lo que yo no entendía, me lo mostraba así.
—¿Y qué sucedió después, usted regresó?
Carmen Tasso: Cuando pasó todo eso y yo estaba mirando, entonces en ese momento sentí, empecé a sentir… ¡Ah, ya! Vienen los dos hacia mí. Entonces empecé a sentir como una tristeza terrible. Una tristeza, un dolor tan grande, que no se puede expresar. Era un dolor terrible, terrible que no lo podía soportar. No sé, peor que si se te muriera tu padre, tu madre, era un dolor terrible. (Ininteligible) las lágrimas se me salían, así como ríos que caían. Ahí ya, como uno siente —como todo es un sentir—, se siente tu alma, tu espíritu se estremece profundamente. Realmente es como dice ahí, hay un llorar y crujir de dientes que no lo puedes describir con nada. El dolor es terrible, porque tu sientes ese dolor (ininteligible) muchas reencarnaciones, de tus errores, de todas tus dudas, has pecado, has tratado mal, si has pisado una hormiguita, si has hecho daño a un gusanito. Y ya no importa nada, ahí decía —en ese momento decía— No importa nada, nada, lo único que quiero es amar al universo, amar todo, perdonar todo, no tener ningún rencor a nadie…
—¿Qué más?
Carmen Tasso: No haber (ininteligible), sino todo es amor, nada más. El amor (ininteligible) tan infinito que no importa nada, nada. (Ininteligible) no hay diferencia (ininteligible). Desde ahí yo… Hasta ahora yo sé que solo el amor nos salva. Eso es lo que a mí me transmitió.
—¿Y después que pasó de eso?
Carmen Tasso: Y lloraba a ríos (ininteligible). Y de ahí fue que el ángel vino y… Cómo en un abrir y cerrar de ojos, como que se acercó a mí.
—¿Cómo un relámpago?
Carmen Tasso: Como un relámpago. Y en un 5, su mirada, sus ojos, estuvieron acá, como si hubieran penetrado mis ojos y yo en él [acerca sus manos a sus ojos]. Y nos fuimos así. Y era pura luz, una luz tan maravillosa. Y así, como que nos fundimos en uno… Como que nos fundimos en uno. Y le pude sentir parte de su universo, fue tan… bendito y… Esa fue mi experiencia. De ahí, cuando terminó eso, regresé a mi cuerpo, y regresé con tanta fuerza que sentí un golpe que me dolió la cabeza… (ininteligible). Y estaba empapadita en lágrimas, hasta se había mojado mi ropa. Y el hermano Luis estaba ahí, estaba recibiendo su suero, y me estaba mirando cuando desperté, me estaba mirando. Cuando abrí mis ojos, de lo que estaba así leyendo [agacha su cabeza] me había quedado así [levanta su cabeza].
—¿Y qué dijo?
Carmen Tasso: Yo no podía parar de llorar, era una cosa terrible (ininteligible). Y ese dolor, y seguía llorando, y lo miré a Él, al Hermano Luis: Hermano Luis, que dolor. ¡Ah! —me dijo—, eso es parte del llorar y crujir de dientes hermana. Y yo le dije: He visto unos ángeles. Hermana —me dijo—han venido a visitarme… O sea, que parte de lo que Él vivía yo también lo estaba viviendo porque estaba a su lado.
—O sea, ¿lo vino a visitar a Él y usted también participó en la visita?
Carmen Tasso: Participé en la visita.
—¡Ah!, qué bonito. O sea, que usted siempre participaba cuando Él tenía esos eventos astrales porque…
Carmen Tasso: También cuando estaba en la cama, en la madrugada, me tenía que levantar y estaba entre claro y oscuro y también me pasaba eso.
—¡Ah!, qué bonito hermana.
Carmen Tasso: Yo entiendo eso, que Él vivía y yo me ganaba esa partecita.
—Le dejaba ver.
Carmen Tasso: Sí.
—Bendito sea, alabado sea nuestro Padre Creador. Hermana, y usted que vivió ahí mismo, en la casa que el Padre Eterno le permitió compartir con Él. Que el Padre Eterno —usted misma dice que Él lee—, le dio el permiso porque usted siempre lo deseó en su mente, y Él reconoció en su mente —como leía la mente—, pues pidió al Padre por usted y el Padre concedió, ¿cierto?
[Afirma con la cabeza].
—¿Él a qué hora se levantaba, y todo, como era su almuerzo?
Carmen Tasso: Él se levantaba a las 6:00 también. Se supone que a las 6:00 porque Él hacía un poco de ejercicio tempranito y a las 7:00 ya estaba bajando para bañarse. Se bañaba y a las 8:00 en punto ya estaba en la mesa para tomar su desayuno. Era bien disciplinado, ordenado, como lo (ininteligible) llevaba el orden, la disciplina. Entonces hacía un poco de ejercicio. De repente 6:30, de repente hacía… No sé qué hacía (ininteligible), hacía un poco de ejercicio, de ahí a las 7:00 estaba bajando para ducharse. A las 8:00 ya estaba en la mesa para tomar su desayuno.
—¿Usted lo vio haciendo ejercicio?
Carmen Tasso: No, no.
—¿Y qué le servían de desayuno? ¿Él mismo lo hacía o ustedes le hacían el desayuno?
Carmen Tasso: No. Nosotros preparábamos, el hermano Luis ya servía. Yo le ayudaba, como estaba en casa de Olinda. Pero sí, creo que tomaba, creo que recibía café con leche, su pan con aceituna o con queso, con mantequilla.
—¡Ah!, o sea que Él sí tomaba café. Porque hay otros que dicen: ¡No! Él nunca tomaba café.
Carmen Tasso: ¡No!, si siempre le servían su café con leche.
—¡Ah ya! ¿Cómo nosotros, normales?
Carmen Tasso: Normal, normal.
—Lo único es que, como es el camino la verdad y la vida era su disciplina excelente.
Carmen Tasso: ¡Claro!, su comportamiento, su vida, como la llevaba.
—¿Y el almuerzo a qué hora se lo daban?
Carmen Tasso: El almuerzo creo que era entre las 12:00. Sí, a las 12:00 era el almuerzo.
—¿Y de qué horas a qué horas Él dedicaba a escribir los divinos planos celestes, los divinos rollos?
Carmen Tasso: Después del desayuno siempre se quedaba una hora más o menos, de 8:00 a 9:00 conversando de la divina Revelación. Nos contaba anécdotas del Padre, del Reino, cosas así. Y después del almuerzo también, sería a las 12:00, 12:00 a 1:00, de una, a una hora será pues para almorzar. También siempre después del almuerzo nos conversaba siempre del Padre.
—¿Y qué anécdota puede contar usted que contaba Él del Padre?
Carmen Tasso: Ah, una de las anécdotas decía que… Era eso de los demonios, que dice que los demonios en el Reino le pedían oportunidad al Padre para entrar al Reino. Y dice que el Padre les daba la oportunidad de entrar —también como eran sus hijos, todos son sus hijos—, y decía que los ángeles estaban también ahí adelante de la entrada, y los demonios —que dicen los ángeles caídos— entraban y el Padre les daba la oportunidad también de entrar, y que empezaba el demonio a aguijonearle a los ángeles, a hincarlos. Entonces, el ángel agarraba con su espada, y también… Los fastidiaba a los ángeles y los ángeles… (ininteligible).
—¿También les daban su espadazo?
Carmen Tasso: Sí. Para que se quede tranquilo. Y dice que el demonio le decía: ¡¡Padre!!, ¡¡Padre!!, tus brillosos me están molestando —tus brillosos decía—.
[Risas]
Carmen Tasso: Así que nos contaba anécdotas que nos hacían reír.
—¿Y qué decía el Padre?
Carmen Tasso: El Padre decía: ¡A ver, vamos a ver si es verdad! —cuál es la verdad, o qué es lo que es cierto—. Entonces: ¡A ver las pantallas solares!
[Risas]
Carmen Tasso: Ponía la pantalla solar y se veía el mismo demonio que era el que los estaba martirizando a los ángeles. No podía hacer nada. Se iba colérico porque le descubrían sus mentiras.
Carmen Tasso: Y así, cosas así nos contaba. Después contaba que en el Reino los padres solares decían: ¡¡Vamos a ir de viaje para buscar el fin del universo!! Se iban en sus naves, tomaban y viajaban y viajaban. Y llegaban, y decían: ¡¡Nosotros vamos a llegar hasta donde termina el universo!! Y total, llegaban a un sitio donde ya no había nada. Y dice que ahí decían: ¡¡Ya!! Y se ponían a brindar, todos a tomar —sus brindis que hacen ellos— No sé qué brindis harán, brindis de frutas, (ininteligible) o de otros licores del Reino, no sé. Estaban brindando —decía el divino Maestro— y se ponían a festejar, a brindar: ¡¡Ya encontramos el fin del universo!! Y cuando estaban ya brindando, veían que nuevamente empezaba… Cuando miraban así, estaban ya los gérmenes de otros universos, saliendo y saliendo. ¡¡Ay, esto nunca termina!! Y dice que: ¡Ya, nos regresamos!, ya cansados porque esto no tiene fin —decían—.
—¿Perdieron el brindis?
Carmen Tasso: Perdieron.
[Risas]
Carmen Tasso: Y así pues nos contaba.
—¡Ah!, qué bonito ese… ¡produce alegría!
Carmen Tasso: Y así, hay cosas que nos hacía reír también contándonos. Después también contaba que cuando Él iba a otros mundos, a otros universos, dice que andaba por las playas, que los granos de esas playas eran dorados, que eran hermosos, y que las arenas saltaban y le hablaban. Y cuando iba también así a otros planetas, las flores bailaban y bailaban, cantaban, las flores hablaban. Eso nos contaba.
—¿Emocionadas de ver a la Trinidad Solar?
Carmen Tasso: Sí.
—Hermana, ¿y cómo era el trato del hermano Antonio con el divino Maestro y de la hermana Olinda?
Carmen Tasso: Había mucho conflicto ahí, mucho conflicto. Llegó un momento en que el hermano Luis le prohibió al hermano Antonio que pasara por donde Él estaba. Ya no le hablaba. Porque el hermano se portó muy mal con el hermano Luis. El hermano Antonio se portó muy mal con el hermano Luis. Le había dicho que se vaya de su casa. Porque la hermana Olinda me llamó un día a mí. Yo estaba trabajando y me llamó, me dijo: ¡¡Hermana, venga por favor, venga!! Y yo le contesto el teléfono: ¿Hermana, que pasa? ¡Estaba desesperada!: ¡¡Hermana, venga hermana por favor, venga rápido, véngase en taxi, venga!! Le digo: ¿Qué pasa hermana? Estaba llorando desesperada y me dijo: ¡¡Ay, el hermano Antonio no sé qué le ha pasado, se ha vuelto loco!! —me dijo— ¡¡Hermana, que él lo ha querido botar al hermanito Luis!!, porque el hermanito Luis le llamó la atención de su comportamiento, y el hermano Antonio le ha dicho que se vaya de la casa, y el hermanito Luis ha agarrado sus rollos, todo, y ya se está queriendo ir a la casa del hermano Juan Sicha. Y yo lo he tenido que jalar, que traerlo al hermanito Luis para que no se vaya —me dice— ¡¡Hermana, venga para que me ayude!! Así que en ese momento yo tuve que salir del trabajo, ir a ver qué pasaba. —Y el hermano Luis ya estaba enfermo, estaba ya mal—. Y cuando yo llegué el hermano estaba en la cama otra vez. Le digo: ¿Qué pasó hermana?, ¿por qué esta así, tan desesperada? Me dijo: ¡¡Hermana!! Y ya me empezó a contar. Me dijo que el hermano Antonio se molestó porque el hermano Luis le llamó la atención y le dijo que se vaya de la casa. El hermano Luis se estaba yendo, se estaba apenas llevando sus rollos. ¡¡Y yo como le iba a permitir que se vaya si el hermanito está enfermo!! —me dijo—. ¡Ah, bueno!, menos mal que nuevamente está —le digo— en su cama, en su casa. Así que, fui pues, y ya no se fue el hermano, se quedó, pero le dijo que ya no quería verlo al hermano Antonio que pasara por donde Él estaba, que el Padre le había dicho que quedaba retirado de la divina revelación, que no quería que tocara los rollos y que no pasara delante de Él, que no le dirigiera la palabra. Así que así fue, hasta que el hermano desencarnó, el hermano Antonio estaba prohibido de acercarse.

Antonio Córdova Quezada
—¿Cuánto tiempo duró la prohibición?
Carmen Tasso: Hasta que el hermano partió.
—¡Ah, ya! ¿Hasta que el divino Maestro se murió?
Carmen Tasso: Así es.
—¿Cuánto tiempo transcurrió en la casa del hermano Antonio, que el divino Maestro no estuvo enfermo?, ¿cuánto tiempo transcurrió?, o sea, ¿cuánto tiempo estuvo sin enfermedad?
Carmen Tasso: Un año, pero, en realidad Él siempre estaba un poco mal porque cuando yo llegué —al poco tiempo—, el hermano Luis constantemente se enfermaba. Le daba gripe muy fuerte y tenía que estar en tratamientos. Lo llevaban al médico, le sacaban radiografía, decían que tenía bronquitis, o que tenía comienzos de neumonía. Siempre se enfermaba así, los bronquios, [los] tenía muy delicados. Entonces le daban muchas medicinas que se intoxicaba, siempre se intoxicaba.
—¿En qué parte dicen que le salió una herida?, ¿en qué parte del cuerpo Él tenía su herida?
Carmen Tasso: Sí. Tenía en el lado del costado, del pulmón, del costado. Y fue todo a raíz de eso, de que Él constantemente se enfermaba, se enfermaba de los bronquios y era por ese problema.
—¿Y ustedes no le preguntaron alguna vez por qué Él estaba enfermo?, ¿por qué Él se enfermaba?
Carmen Tasso: No sabían por qué se enfermaba. Y el hermano Ricardo era el que daba el dinero para que lo llevaran al hermano Luis a los mejores médicos, a la mejor clínica. Porque el hermano Ricardo, como trabajaba, no tenía tiempo de llevarlo él mismo. Su trabajo era muy estricto, con horarios de trabajo no podía salir. Él solamente salía fin de semana, el domingo nada más. Él trabajaba todo el día.
—¿Y sí lo llevaban a esos sitios, que el hermano Ricardo daba el dinero para que…?
Carmen Tasso: Él le dejaba el dinero para que lo llevaran, porque el hermano Ricardo tenía un buen sueldo, le pagaban muy bien.
—¿Y a quién le dejaba el dinero?
Carmen Tasso: A la hermana Olinda le daba el dinero.
—¿Y ellos sí lo llevaban al divino Maestro a donde el hermano Ricardo decía?
Carmen Tasso: No. Lo llevaban a un médico donde pagaban muy poco dinero. Y parecía que estos médicos eran de esos médicos que no tienen título. Que tienen títulos falsos. Porque era por ahí, por el centro de Lima, en un sitio feo. Porque una vez me llevó la hermana Olinda, [dijo] que la acompañara. Entonces yo me di cuenta que era un sitio bastante feo. Como decir así, un cuartito todo… un sitio sucio, bastante descuidado para mí. Yo decía: Pero, ¿por qué lo traerán acá si este sitio debe ser muy barato? Y el médico parecía que no era muy bueno, por eso el tratamiento que le daban siempre lo intoxicaba.
—¿O sea que el médico no era médico sino como un brujo?
Carmen Tasso: No. Parece un médico, pero yo pienso que era hasta de título falso. Porque después de un tiempo salieron en el periódico que todos esos médicos que trabajaban en esos sitios de Lima —esos sitios así feos, que decían que eran médicos—, habían sido falsos, que buscaban un título falso. Seguramente tendrían muy poco tiempo de estudio, no habían terminado y buscaban títulos falsos y trabajaban así, clandestinamente supongo.
—¿Y el hermano Ricardo nunca se interesó por ir a averiguar qué pasaba, si lo llevaban o no?
Carmen Tasso: ¡Claro!, él pensaba. Como el hermanito Luis nunca le decía nada —Él no se quejaba ni decía nada—, el hermano Ricardo no se enteraba a donde lo llevaban. Él pensaba… Porque la hermana Olinda, el hermano Antonio seguro le decían: ¡Sí, lo hemos llevado al médico, le han sacado su radiografía, le han dado su tratamiento! Pero no había una investigación, porque Él siempre sufría con lo mismo. Y le daban seguramente un tratamiento que no era adecuado para Él y por eso se intoxicaba.
—Y el trato de la hermana Olinda y el hermano Antonio hacia usted —hermana— ¿cómo era?
Carmen Tasso: Era un trato como que ellos tenían mucho celo, mucho celo. No quería que me acerque al hermano Luis, como que ella nomás quería atenderlo y que yo no intervenga para nada.
—¿Y usted también lo atendía hermana?
Carmen Tasso: Como le digo muy poco. Porque como ella tenía celos no quería que yo lo hiciera.
—¿Y usted de qué horas a qué horas trabajaba hermana?
Carmen Tasso: Yo también trabajaba, tenía turnos, estaba en un hospital (ininteligible) me toca irme en las mañanas, tenía que salir de ahí a las 7:00 en punto o 6:30, para estar en mi trabajo, mi hora de entrada, tenía que estar ahí a las 8:00 en punto. Tenía que ir, o de repente ir a las 8:00 para recibir un reporte de Él. Trabajaba hasta mediodía o hasta la… Llegaba —mejor dicho—, llegaba yo a la casa a las 3:00 de la tarde. A esa hora ya estaba llegando después de trabajar. Después, cuando tenía turnos en la tarde tenía que salir a las 12:00 del día para estar a la 1:00. Y ya salía y llegaba en la noche, llegaba a las 8:00 – 9:00 de la noche. Y si tenía turno de noche toda la noche trabajaba.
—Yo escuché alguna vez que el divino Maestro le decía hermana pituca.
Carmen Tasso: ¡Ah sí!, de juego. Siempre me decía: ¡Ahí está la hermana pituca, ya llegó! ¡Ya llegó la hermana pituca!
—¿Y qué es pituca, hermana?
Carmen Tasso: Pituca les decían a las personas que tienen mucho dinero, que viven en Miraflores. Como yo vivía por ahí. Así de juego se reía, decía: ¡La hermana pituca!
—Y una vez yo escuché que, con relación a los divinos rollos sagrados, escuché que el divino Maestro se los había dejado encargados al hermano Ricardo Flores, pero en una grabación que hizo el hermano Antonio, él dice que él era, él es el encargado, el depositario encargado de los divinos rollos. ¿Eso es cierto hermana? Usted que conoció pues, vivió en esa época con el divino Maestro y conoció al hermano Ricardo y al hermano Antonio en esa época, ¿usted qué opina de eso, de ese acontecimiento?
Carmen Tasso: Bueno, la verdad es que el hermano Luis al hermano Antonio no le dejó nada, porque el hermano Antonio, primeramente, que cuando… Meses antes de que el hermano Luis desencarnara, Él le prohibió que se acercara a los rollos, le prohibió también que le dirigiera la palabra a Él, y que tampoco pasara delante de Él, que se mantuviera alejado. O sea que a él no le dejó nada.
—O sea, ¿que al hermano Antonio Córdova nunca le hubiera dejado los rollos?
Carmen Tasso: ¡Claro! Ni que le dirigiera la palabra, porque estaba entonces alejado. El hermano Luis le dijo: ¡Usted queda separado de los rollos!, porque el Padre ha dicho eso. ¡Usted no vuelva a acercarse!
—¿Y cómo fue el acontecimiento para que el hermano Antonio Córdova se quedara con los rollos?
Carmen Tasso: La hermana Olinda lo dijo.
—¿Qué dijo la hermana Olinda?
Carmen Tasso: Ella misma dijo que el hermano Luis le había dicho eso, y que por eso el hermano Antonio ya no pasaba delante del hermano Luis, y el hermano Luis no le dirigía la palabra.
—¿Y cómo fue el acontecimiento para que el hermano Córdova se quedara con los rollos? Por qué, según dicen, él da su opinión públicamente que él es el encargado, y que el Maestro le dejó los rollos, y que él es el único que tiene los verdaderos rollos.
Carmen Tasso: ¡Claro! Es que él se apoderó, porque a él no le dejaron nada, él solo se apoderó. Porque la orden era que se le entregaran los rollos al hermano Ricardo. Pero también el hermano Ricardo cometió el error de no ir a recoger los rollos de inmediato. Cuando el hermano Luis le dejó los rollos, le dijo: Si quiere, hermano Ricardo, le firmo un papel para que usted se quede con los rollos. El hermano Ricardo —también—, su error fue decirle: No, no, hermanito, no es necesario que me firme ningún papel. Si Él lo hubiera hecho —hubiera aceptado que le firme un papel ahí— no le hubiera podido quitar porque ya él tenía la firma del Enviado del Padre. Pero el hermano, su error fue, primeramente, decir que no, que no era necesario que le deje nada firmado. Segundo, que no lo recogió de inmediato. Y si él está viendo como era el hermano Antonio y la hermana Olinda, él de inmediato, apenas el hermano Luis le dijo, se hubiera traído un taxi y hubiera metido todos los rollos al taxi y se los hubiera llevado. Pero él dejó pasar un mes. Después que el hermano Luis partió —desencarnó—, todavía al mes vino a recoger los rollos. Y en ese mes Olinda y Antonio tuvieron mucho tiempo para pensar, meditar, como le iban a quitar los rollos al hermano Ricardo. Y pues tramaron muchas cosas, tramaron muchos inventos que hicieron ellos y que nosotros le creímos. Porque la hermana Olinda se puso a decir de que había soñado —nos reunió a todos, nos llamó—, dijo que había soñado, que un ángel se le había aparecido. Y nosotros —también ingenuos—, le creímos. ¡¡Cómo íbamos a pensar que tuvieran esa mentalidad de mentir así y desobedecer una orden del Padre!! Ni un loco creo que haría eso, de darle la contra a los deseos del Padre, que había dicho que se quedara el hermano Ricardo con los rollos.
—¿Y qué mentira inventaron, por ejemplo, para quedarse con los rollos?
Carmen Tasso: La hermana Olinda inventó pues de que había tenido un sueño, de que se le había aparecido un ángel, que le había dicho que no le entregue los rollos al hermano Ricardo, que el hermano Ricardo tenía… Había cometido unos errores, unas faltas. Ahí empezó a inventar cosas, a decir que el hermano Ricardo había cometido faltas con la hermana Susana. Cosas así.
—¡Ah!, ¿calumnias?
Carmen Tasso: Calumnias muy bajas, muy feas que no me gustaría ni repetir.
—Y cómo se enteraron que ese sueño era mentira, ¿cómo se enteraron?
Carmen Tasso: Ya con el tiempo un día la misma hermana Olinda divulgó la verdad, que ella había mentido para quedarse con los rollos.
—¿Y cómo la divulgó?
Carmen Tasso: Lo que pasa es que vino una hermana, después de un tiempo vino una hermana que había vendido… Mejor dicho, leyó los rollos y ella se quedó encantada con los rollos, muy emocionada. Y vendió su casa para que sacaran —con ese dinero—, hicieran publicar los rollos, y que a cada hermano le dieran también copias de los rollos, a todos los hermanos que estaban ahí le dieran copias. Entonces, a esta hermana, como había vendido su casa —para todo eso—, la hermana Olinda dijo que ya le habían dado la plata a ellos, —la hermana ésta, que vendió su casa—, le entregó la plata a ellos. ¿Para qué?, para que hicieran imprimir en libros todo, sacaran en libros toda la revelación de todos los rollos que estaban ahí salieran en libros. Entonces ella, como estaba tan emocionada me dijo a mí: ¡¡Hermana Carmen!!, ¡¡vamos, acompáñeme para ir a comprar pan, jamonada!! —no sé qué, queso, aceituna—, para invitarle un loche a la hermana que nos ha donado el dinero para publicar los rollos. ¡¡Estaba muy contenta!!
—¿Y cómo se llamaba esa hermana?
Carmen Tasso: ¿La hermana?… Ya ni me acuerdo cómo se llama. No me acuerdo.
—Bueno, continuemos hermana.
Carmen Tasso: Y entonces, estaba tan emocionada que me dice: ¡Ay, hermana! —me dice— ¡¡Imagínese!!, ¡¡imagínese hermana qué hubiera pasado con los rollos si yo no invento lo del sueño del ángel para que nos quedemos con los rollos!!, ¡¡qué hubiera pasado si yo no hubiera inventado todo ese sueño!!, ¡¡en estos momentos no tendríamos los rollos con nosotros!! Ahí es cuando yo dije: ¡¡Qué!! —le dije—, o sea que eso no ha sido verdad, usted inventó. ¡Ay sí, hermana! —me dijo— sino no tendríamos los rollos en estos momentos nosotros. Yo me quedé fría —yo dije— ¡en qué hemos caído nosotros!… Ya pues, así que yo me quedé muy triste, sorprendida de que habíamos sido sorprendidos con ese engaño. Entonces yo dije: ¡Qué!, ¿cómo puede ser esto así? Y entonces yo regresé y les conté a algunos hermanos ahí. Les dije lo que había dicho la hermana Olinda, que todo eso había sido mentira y que ella lo había inventado para quedarse con los rollos, y ya. Algunos hermanos también, como estaban muy compenetrados con ella fueron y le dijeron: ¡Ay!, la hermana Carmen está hablando esto, que esto, ha dicho eso… ¡Uy!, se formó un pleito. Y ya, a mí me dijeron que me vaya.
—¡La botaron!
Carmen Tasso: ¡Me botaron! Así fue hermana que nos enteramos de que todo había sido una mentira. Así sucedió. Así es como ellos se quedaron con los rollos.
—Hermana, y cuando el divino Maestro le dijo al hermano Ricardo Flores que él era el encargado de los rollos, ¿quiénes estaban con el hermano Ricardo?
Carmen Tasso: Con el hermano Ricardo, ¿cuándo le dijeron que él se quedaba con los rollos?
—Sí.
Carmen Tasso: Habían varios hermanos ahí, cuando estaba… El hermano Juan Sicha, estaba el hermano Facho, creo que Quique (Enrique del Pino) también estuvo ese día. Quique, que estuvo ahora…
—Pero él me dijo que él no escuchó esa parte.
Carmen Tasso: ¿No estuvo entonces?
—No.
Carmen Tasso: Entonces sí estuvo Facho, estuvo el hermano Juan Sicha, y no sé si el hermano Hidalgo también estuvo.
—Ellos me comentaron que solo estuvo la hermana Flora y la hermana Olga…
Carmen Tasso: Ah sí, la hermana Flora también estuvo, y la hermana Olga.
—Olga, pero no Olga la de Chorrillos [Olga Menéndez], sino la otra Olga [Olga León de Pastor].
Carmen Tasso: Sí. La otra Olga.
—Y que estaba Antonio y Olinda. El hermano Antonio y la hermana Olinda.
Carmen Tasso: Sí, Olinda y Antonio.
—Bueno, ahorita yo pude observar que Olinda no está ya ahí con el hermano Antonio.
Carmen Tasso: Sí, hace años que ya no están.
—Si ella era la más ambiciosa en obtener los rollos, usted porque cree que ella se fue de ahí y no tiene rollos.
Carmen Tasso: Porque Antonio la sacó.
—Y después de eso usted qué hizo. ¿Después de que la botaron usted qué hizo?
Carmen Tasso: Ya yo me fui pues. Me fui.
—La dejaron sin divina revelación. Usted no pudo volver a estudiar los rollos.
Carmen Tasso: No. No querían darme nada. Cuando yo iba decirles, cuando yo iba y les decía que me dejaran leer. Para poder sacar, escribir y llevar copia. No, ya no quisieron.
—¡Ah!, pero usted si hizo el intento de ir a…
Carmen Tasso: Sí, varias veces.
—¿Y usted nunca fue donde el hermano Ricardo para que le mostrara los rollos chiquitos para que usted pudiera seguir estudiando al divino Maestro, al divino Padre Celestial?
Carmen Tasso: No. Porque no conocía [el lugar donde tenía los Minirollos]. O sea, con él no habíamos tenido… Como él solamente venía así, momentitos, y solamente hablaba con ellos [con Antonio y Olinda]. Con nosotros no hablaba el hermano Ricardo.
—¡Ah ya!
Carmen Tasso: Así que yo casi no lo conocía, solamente así de vista, que él venía, dejaba el dinero para que lo atendieran al hermano Luis, para su alimentación, todo. A Olinda y a Antonio les pagaba para que lo tuvieran ahí. Les pagaba una pensión.
—¿Y usted porque cree que el hermano, el divino Enviado, el divino Maestro Alfa y Omega, en ese entonces con el seudónimo de Luis Antonio Soto Romero, le dejó los divinos rollos al hermano Ricardo?
Carmen Tasso: ¿Por qué le dejó?
—Sí.
Carmen Tasso: Porque se daría cuenta pues que el hermano Antonio no era la persona indicada, porque le dijo que se vaya de su casa, o cuando el hermano Luis le llamó la atención, lo botó al hermano Luis, al Enviado lo botó. La hermana Olinda más bien no quiso se vaya, le dijo que se quedara, que no, no haga caso a Antonio. Lo botó de su casa. Segundo, que la hermana Olinda también me contaba que cuando el hermano Luis estaba ahí, el primer tiempo, antes que yo llegara, el hermano Antonio siempre llegaba mareado, que la celaba a ella con el hermano Luis. ¡Imagínese!
—¿Pero usted nunca vio a Antonio mareado o borracho, o sí?
Carmen Tasso: No. En el tiempo que yo llegué ya no. Me dijo la hermana Olinda que antes que yo llegara, él llegaba así, que el hermano Luis siempre le llamaba la atención.
—¿Y el hermano Luis dijo porque motivo sacó a Antonio de los rollos, o no lo dijo nunca?
Carmen Tasso: No. A nosotros no nos decía. Simplemente la hermana Olinda dijo que lo había retirado de los rollos porque el hermano se había portado mal con el hermano Luis.
—¡Ah! Bueno hermana, entonces bendito y alabado sea nuestro divino Padre creador, le agradezco que bajo la voluntad de nuestro divino Padre Creador nos haya permitido conocerla y tener un conocimiento de su experiencia con el divino Maestro contado con sus propias palabras. ¿Tiene alguna otra cosa que se haya olvidado de contarnos sobre su experiencia con el divino Maestro?
Carmen Tasso: Bueno, creo que ya conté todo.
—Las cosas más importantes que usted tiene del divino Maestro.
Carmen Tasso: Sí.
—¡Ah! Bueno, entonces hermana un saludo para los rebaños de la Tierra.
Carmen Tasso: Muchas gracias también a todos los hermanos, muchos saludos y que sigan avanzando y estudiando, y trabajando para la obra del Padre.
—Una última pregunta. Ahorita en esos instantes, ya el divino Padre Celestial había encargado solamente al hermano Ricardo Flores de que tuviera los rollos, y que él sería quien cuidara los rollos hasta que el divino Maestro venga a recogerlos. Y en estos instantes el hermano Antonio… Ricardo Flores, ya no se encuentra en la Tierra porque ya murió. ¿murió en julio diez o nueve? Junio, perdón.
Carmen Tasso: En junio, pero ahorita ya no recuerdo que año.
—Pero qué opina usted de que, si ya no hay encargado, que cree usted que pueda suceder en la Tierra con los Rollos Sagrados del Cordero o, ¿si ya no hay encargado?
Carmen Tasso: El hermano Luis me dijo una vez de que de los rollos en sí, como rollos, eran algo material, y que no deberíamos aferrarnos a nada material, que lo importante era el conocimiento, que lo tuviéramos en nuestra mente, en nuestro corazón, y que lo viviéramos, que lo practicáramos en nuestro diario vivir.
—Pero es que sin los rollos no tenemos conocimiento. O sea, si los rollos no existieran nosotros igual estuviéramos más ciegos y más perdidos en la Tierra de lo que estamos. Entonces es igual, nosotros los necesitamos porque nosotros los pedimos.
Carmen Tasso: Pero Él nos dijo así, de que era algo material, que no deberíamos aferrarnos, lo importante era el conocimiento, y que si no venía un conocimiento por medio de los rollos nos venía por otros lugares, y que había muchas formas de obtener el conocimiento. Eso es lo que dijo.
—Sí, yo sé, porque son sus palabras hermana. Pero los conocimientos más grandes y puros vienen directamente de Dios. Es así que tenemos la Ley Mosaica, la Doctrina Cristiana y la Doctrina del Cordero de Dios.
Carmen Tasso: Sí, pero yo entiendo, de que Él nos dio a entender de que, si no venía en forma de rollos, puede venir en muchas formas. De repente en inspiración, de repente en sueños, de repente… Dios tiene infinitas formas.
—¡Ah!, bueno. Hermana muchas gracias, bendito y alabado sea nuestro Padre Creador. Gracias hermana.